jueves, 9 de septiembre de 2010
Aún no sé qué cargos se me imputan (por Françoise Roy)
El tribunal tiene asientos de terciopelo rojo. Han invitado al juicio a todos mis conocidos, que serán llamados a atestiguar en mi contra. Me llaman, esposada y amordazada, a la barra de los acusados. Los cargos son recitados por el juez en alejandrinos polirrítmicos: 'Por los cisnes sedosos que acarician las cañas / con sus quillas de plumas a medio luminosas / una rosa de nieve deshoja ella infinita / cuyos pétalos forman círculos en las aguas'.
¿Qué será el cisne? ¿Serán mis últimas palabras como el 'padre, padre, ¿por qué me has abandonado?' ¿El don de profecía, el anunciador de fallecimientos? Pienso en la rosa de nieve, y en qué dádiva del invierno podría significar esa copa de pétalos en la blancura de un prado. El fiscal se da cuenta que no entendí nada y repite la misma acusación en endecasílabos: 'Para el cisne sedoso entre las cañas / con su quilla de plumas luminosas / deshoja sin cesar la rosa nívea / y turba con sus pétalos el agua'. Menos entiendo. Ahora el agua se turba como se arrugaría un espejo viejo: no sé si se trata del estanque que llevo dentro y donde un lapidador invisible arroja piedras. El rojo de la rosa, tal vez, es la tintura de cinabrio que pinta mi corazón (pobre, se ha hecho tan pálido, tal vez ni a rosado llegue).
El tiempo corre, gacela fantasmal en el sombrajo del monte. Aún no sé qué cargos se me imputan. El cisne nada en círculos en mi mente. Trae en el pico una rosa de hielo con escarcha en las espinas. Volteo hacia el jurado, buscando en la negra profundidad de los ojos que me acribillan una estrella de clemencia, una mínima estrella, una pupila de luz en la oscura bóveda. Veo una guillotina.
¿Qué será el cisne? ¿Serán mis últimas palabras como el 'padre, padre, ¿por qué me has abandonado?' ¿El don de profecía, el anunciador de fallecimientos? Pienso en la rosa de nieve, y en qué dádiva del invierno podría significar esa copa de pétalos en la blancura de un prado. El fiscal se da cuenta que no entendí nada y repite la misma acusación en endecasílabos: 'Para el cisne sedoso entre las cañas / con su quilla de plumas luminosas / deshoja sin cesar la rosa nívea / y turba con sus pétalos el agua'. Menos entiendo. Ahora el agua se turba como se arrugaría un espejo viejo: no sé si se trata del estanque que llevo dentro y donde un lapidador invisible arroja piedras. El rojo de la rosa, tal vez, es la tintura de cinabrio que pinta mi corazón (pobre, se ha hecho tan pálido, tal vez ni a rosado llegue).
El tiempo corre, gacela fantasmal en el sombrajo del monte. Aún no sé qué cargos se me imputan. El cisne nada en círculos en mi mente. Trae en el pico una rosa de hielo con escarcha en las espinas. Volteo hacia el jurado, buscando en la negra profundidad de los ojos que me acribillan una estrella de clemencia, una mínima estrella, una pupila de luz en la oscura bóveda. Veo una guillotina.
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6 comentarios:
Esto lo entiende hasta un niño de cinco años. ¡Rápido: necesitamos un niño de cinco años!
GROUCHO MARX)
El perdón bien entendido empieza por uno mismo.
El cigarro es el chupete de los mayores.
Lo que ha sido creído por todos siempre y en todas partes, tiene todas las probabilidades de ser falso.
(VALÉRY)
Nacionalidad, soberanía, lengua, religión... son las sedes de las que estoy intentando escapar.
(JOYCE)
La realidad no sabe estarse quieta.
(GARCÍA MONTERO)
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