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sábado, 9 de octubre de 2010

Límite (por Sylvia Plath)

La mujer se ha perfeccionado.
Su cuerpo
muerto luce la sonrisa del acabamiento.
La ilusión de un anhelo griego
fluye por las volutas de su toga.
Sus pies
descalzos parecen decir:
Hasta aquí hemos llegado, se acabó.
Cada niño muerto, enroscado en sí,
una serpiente blanca, uno a cada lado de
su jarrita de leche, ya vacía.
Ella los ha plegado
de nuevo hacia su cuerpo, como se cierran
los pétalos de una rosa cuando el jardín
se despereza y los aromas sangran
de las dulces y profundas gargantas de la flor de la noche.
La luna no tiene por qué entristecerse.
Está acostumbrada a ver este tipo de cosas,
oculta bajo su capuchón de hueso,
arrastrando sus vestiduras negras y crepitantes.

10 comentarios:

Agridulce dijo...

Casi parece anticipar el suicidio de la pobre Sylvia. Qué triste que la gran poesía tenga que surgir, las más de las veces, de mentes trastornadas o enajenadas, tal vez porque sólo ellas saben ver (y decir) más allá de lo que nosotros vemos y decimos. Como alguien dijo aquí, la mejor poesía brota de las heridas abiertas.

Mira quién habla dijo...

No escribo lo que pienso. Escribo para averiguar lo que pienso.

(O´ CONNOR)

Cide Hamete Benengeli dijo...

El querer quita el sentido.
Lo digo por experiencia
porque a mí me ha sucedido.

ORáKULO dijo...

Lo que cuenta no es tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro. Lo que cuenta es criar al hijo, hacer que crezca el árbol y lograr que tu libro se lea.

Cide Hamete Benengeli dijo...

Que nadie se llame a engaño:
todo el que vive por dentro,
por dentro se va matando.

tERESA pANZA dijo...


En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.

Cide Hamete Benengeli dijo...


Yo pienso que las dichas
se han escondido
para no poder nunca
topar conmigo.
A las desdichas,
en cambio, me las cruzo
por cada esquina.

casa de citas dijo...


No sé de quién recuerdo mi pasado.

(PESSOA)

Cide Hamete Benengeli dijo...


De la harina sale el trigo,
de la aceituna el aceite,
y de mi corazón sale
cariño para quererte.

Fuego de palabras dijo...

Esta misma mañana,

en la frutería de al lado,

al caerse al suelo

una de mis nectarinas,

el frutero me ha dicho

“perdone caballero,

ahora se la cambio”,

pero me he negado:

no me parecía justo

cambiar una nectarina

por una caída,

una caída sola,

yo que he sufrido tantas...

(NEORRABIOS@)