viernes, 1 de octubre de 2010
Siempre el tiempo (por Ricardo Dávila)
Estábamos tan bien ahí...
el árbol, el agua y nosotros tres.
Comíamos juntos toda la semana,
nos reíamos repartiendo disparates en la mesa.
A ellas las vi desde niño...
jugábamos a brincar en las camas y a escuchar detrás de las paredes.
El árbol hacía magias que nosotros descubríamos:
“Ya vimos la moneda, cayó detrás de la cama”.
Y el árbol se caía sobre sus ramas
mientras el agua dejaba su mirada en el paisaje.
Un día salí para mirar el cielo,
y cuando volví ya habían cambiado.
Pasaban horas frente al espejo,
hablando de cosas que yo no entendía.
Después llegaron dos hombres
que venían a conquistarlas.
Ellas llevaban el rostro diferente,
y aquellos jóvenes mostraban rostro de hombres afeitados.
Después las raíces dispersaron su semilla,
y otros fueron agregándose a la casa.
Hubo que volver a ser niño,
porque llegaban a la mesa
nuevas voces de infancia.
Así la casa tuvo un nuevo brillo,
y otra vez hubo risillas que brincaban en las camas.
Pero el tiempo, siempre el tiempo...
pasó la vida...
tuvimos que hacer un silencio prolongado,
para entender que no todo es para siempre...
quedamos solos,
abandonados de algo,
alejados de nuestro centro.
El árbol se quedó sin agua,
"muriendo de pie", como dicen.
La casa lleva meses callada.
Pero el árbol, lleno de silencios y memorias,
dice que a veces,
sólo a veces,
nos mira en ella,
escuchando detrás de las paredes.
el árbol, el agua y nosotros tres.
Comíamos juntos toda la semana,
nos reíamos repartiendo disparates en la mesa.
A ellas las vi desde niño...
jugábamos a brincar en las camas y a escuchar detrás de las paredes.
El árbol hacía magias que nosotros descubríamos:
“Ya vimos la moneda, cayó detrás de la cama”.
Y el árbol se caía sobre sus ramas
mientras el agua dejaba su mirada en el paisaje.
Un día salí para mirar el cielo,
y cuando volví ya habían cambiado.
Pasaban horas frente al espejo,
hablando de cosas que yo no entendía.
Después llegaron dos hombres
que venían a conquistarlas.
Ellas llevaban el rostro diferente,
y aquellos jóvenes mostraban rostro de hombres afeitados.
Después las raíces dispersaron su semilla,
y otros fueron agregándose a la casa.
Hubo que volver a ser niño,
porque llegaban a la mesa
nuevas voces de infancia.
Así la casa tuvo un nuevo brillo,
y otra vez hubo risillas que brincaban en las camas.
Pero el tiempo, siempre el tiempo...
pasó la vida...
tuvimos que hacer un silencio prolongado,
para entender que no todo es para siempre...
quedamos solos,
abandonados de algo,
alejados de nuestro centro.
El árbol se quedó sin agua,
"muriendo de pie", como dicen.
La casa lleva meses callada.
Pero el árbol, lleno de silencios y memorias,
dice que a veces,
sólo a veces,
nos mira en ella,
escuchando detrás de las paredes.
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5 comentarios:
Deberíamos estar siempre enamorados. Por eso nunca deberíamos casarnos.
(WILDE)
Pide comida.
El gato me recuerda
mi hambre de amor.
(SUSANA BENET)
Buenas uvas llenan buenas cubas.
Sólo admiras, Vacerra, a los poetas antiguos
y no alabas sino a los que han muerto.
Con perdón, Vacerra,
no vale la pena morir para complacerte.
(MARCIAL)
¡Los dioses confundan al primer hombre que descubrió la manera de distinguir las horas, y confundan también a quien puso aquí un reloj de sol para cortar y despiezar tan horriblemente mis días en fragmentos pequeños!
(PLAUTO)
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