sábado, 8 de enero de 2011
Pero ellas no me vieron (por Niels Hav)
Me he vuelto a enamorar de cinco mujeres
distintas durante un viaje en el autobús de la ruta 40
de Njalsgade a Osterbro. ¿Cómo va uno a controlar
su vida en esa condiciones?
Una de ellas llevaba un abrigo de piel;
otra, botas rojas. Una leía el periódico; la otra, a Heidegger
y las calles estaban inundadas de lluvia.
En el bulevar Amager subió una princesa empapada,
eufórica y furiosa, y me cautivó totalmente.
Pero se bajó frente a la estación de policía
y su lugar lo tomaron dos reinas con pañoletas fulgurantes
que hablaban con voces estridentes en pakistaní
durante el trayecto al Hospital Municipal
mientras el autobús bullía de poesía.
Eran hermanas e igualmente bellas, por lo que les entregué
mi corazón a las dos y empecé a hacer planes de una nueva vida
en una aldea cerca de Rawalpindi, donde los niños crecen en medio del olor
a hibisco mientras sus madres cantan canciones desgarradoras cuando
la tarde cae sobre las llanuras pakistaníes.
¡Pero ellas no me vieron! Y la que llevaba el abrigo de piel lloraba
con disimulo, cubriéndose con el guante, cuando se bajó en Farimagsgade.
La que leía a Heidegger cerró el libro de súbito y me miró fijamente
con sonrisa burlona, como si acabase de vislumbrar a un Don Nadie
en su mismísima insignificancia. Así se me partió el corazón por quinta vez
cuando se levantó y se fue con las otras. ¡Qué brutal es la vida!
Seguí otras dos paradas antes de darme por vencido.
Siempre termina así: Uno, de pie en la acera, fumando un cigarrillo,
tenso y levemente desdichado.
distintas durante un viaje en el autobús de la ruta 40
de Njalsgade a Osterbro. ¿Cómo va uno a controlar
su vida en esa condiciones?
Una de ellas llevaba un abrigo de piel;
otra, botas rojas. Una leía el periódico; la otra, a Heidegger
y las calles estaban inundadas de lluvia.
En el bulevar Amager subió una princesa empapada,
eufórica y furiosa, y me cautivó totalmente.
Pero se bajó frente a la estación de policía
y su lugar lo tomaron dos reinas con pañoletas fulgurantes
que hablaban con voces estridentes en pakistaní
durante el trayecto al Hospital Municipal
mientras el autobús bullía de poesía.
Eran hermanas e igualmente bellas, por lo que les entregué
mi corazón a las dos y empecé a hacer planes de una nueva vida
en una aldea cerca de Rawalpindi, donde los niños crecen en medio del olor
a hibisco mientras sus madres cantan canciones desgarradoras cuando
la tarde cae sobre las llanuras pakistaníes.
¡Pero ellas no me vieron! Y la que llevaba el abrigo de piel lloraba
con disimulo, cubriéndose con el guante, cuando se bajó en Farimagsgade.
La que leía a Heidegger cerró el libro de súbito y me miró fijamente
con sonrisa burlona, como si acabase de vislumbrar a un Don Nadie
en su mismísima insignificancia. Así se me partió el corazón por quinta vez
cuando se levantó y se fue con las otras. ¡Qué brutal es la vida!
Seguí otras dos paradas antes de darme por vencido.
Siempre termina así: Uno, de pie en la acera, fumando un cigarrillo,
tenso y levemente desdichado.
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8 comentarios:
Me gustó., Detrás de cada amor no correspondido hay una versión de nosotros mismos, de lo que podría haber sido (y no fue) nuestra vida con esa persona.
Pues tu Nefertiti no estaba nada mal... Como pa quejarse.
Excelente poema! tan vivo, es como un corto cinematográfico, pero desde dentro. Muy buen blog, felicidades!
Gracias por vuestras visitas y comentarios. Siempre es reconfortante saber que nuestra selección de poemas es del agrado de algunas personas. Saludos a todos.
Hola Blogger, este poema lo tengo y otro mas, que esta divertidísimo, se titula En defensa de los poetas.
Me gusta Niels Hav, y a él le
gustará verse en español, aunque entiende muy poco.
Trataré de localizarlo y le diré que pase a leerse.
Ciao, Alma
Hay dos razas de hombres en el mundo y nada más que dos: la de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se entremezclan en todas partes y en todas las capas sociales. Ningún grupo se compone exclusivamente de hombres decentes o indecentes. Ningún grupo es de pura raza.
(VIKTOR FRANKL)
Buscando el mar
por el suelo, un cangrejo.
Supermercado.
(SUSANA BENET)
No me molestes, mosquito,
con tu cántico zumbante:
si me cantas, no me piques,
si me picas, no me cantes.
(del folklore mexicano)
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