jueves, 17 de noviembre de 2011
Lo deseo todo (por Czeslaw Milosz)
Tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis
Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.
Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.
A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.
Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.
No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.
No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.
No es culpa mía que estemos constituidos así: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.
Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.
Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.
digamos que en Mineápolis
Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.
Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.
A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.
Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.
No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.
No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.
No es culpa mía que estemos constituidos así: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.
Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.
Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.
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7 comentarios:
Y que por mucho tiempo sigan atrayéndonos las cosas apetecibles: señal de que estamos vivos. De pequeñas se nos hablaba del gran pecado de la Carne, y yo sin saber qué quería decir eso (¿se referiría a comer carne de pollo, de cerdo, de cordero...?), y tampoco nos lo aclaraban, no os vayáis a creer (y eso que yo no iba a colegio de monjas). A la señorita de Religión una vez le pregunté qué quiere decir "concupiscencia" y se atoró pero no me aclaró nada: "Cuando seas mayor lo entenderás", o algo así dijo. Hay que ver la que nos traíamos con algo tan normal. Por suerte las cosas hoy no son así y las chicas hablan de sexo, anticoncepción etc., incluso con sus madres y con toda naturalidad.
A mí me decían que los enemigos del alma son 3: mundo, demonio y carne. Y yo, lógicamente, no entendía ni flowers.
No somos tan felices, ni tan infelices, como nos creemos.
Juntos vendrán
el tiempo y el viento a
borrarlo todo.
(CUQUI COVALEDA)
Haciendo el pasatiempo de El País, venía un párrafo de este poema, y me ha gustado tanto que lo he buscado entero en Internet y lo he encontrado. Y os lo mando por si queréis publicarlo en el texto general del blog, pues sois mi página poética de referencia en la Red. Un saludo muy cordial de ANA CRESPO:
Yo amaba tanto a aquel hombre y él recogía pájaros
-mirlos gorriones pájaros heridos en la ciudad-
los llevaba a casa
aprendía a curarlos
nunca les pedía que se quedaran cuando podían volver a volar de nuevo
aunque un día me contó que lo que más le preocupaba eran los murciélagos
los murciélagos sí que lo pasan mal en este mundo de mierda
se quedan mareados
se pierden
lloran.
Yo amaba tanto a aquel hombre y cuando un día le pregunté
si había tenido perro de chiquillo
me devolvió la pregunta: “¿qué es tener?
Un perro y yo nos tuvimos mutuamente durante un tiempo,
si es a eso a lo que te refieres”.
Yo amaba tanto a aquel hombre y él me explicaba
curiosas anécdotas de cebras y de osos
un día vimos juntos animales del fondo del agua
esos animales tan curiosos que casi parecen de otros planetas.
Aunque un día me contó que lo que más le preocupaba eran las abejas
las abejas sí que lo pasan mal en este mundo de mierda
andan desorientadas
no se oyen
mueren.
Yo amaba tanto a aquel hombre y él un día me contó la extraña teoría
de cómo hay un punto en la evolución en que se alcanza el lenguaje
y que los animales llegan ahí pero deciden que no
que mejor palabras no
que así empieza el daño
y un día me enseñó a dormir como duermen los cachorros
y un día me salvó del diluvio en un arca de luciérnagas
y un día me hizo entender que yo también era pantera araña yegua.
Yo amaba tanto a aquel hombre pero un día me equivoqué.
Emprendí el camino hacia el mundo de la gente,
donde todo es ruido.
Ahora lo veo en todos los insectos, en todas las águilas, en todos los peces.
Yo sé que él me ha perdonado con el suave perdón de los elefantes.
Tal vez si viviésemos tanto como las viejas tortugas
lograra algún día perdonarme yo.
(LAURA CASIELLES)
Muchas gracias, Ana, por tu propuesta. Lo incluiremos próximamente. Un abrazo.
Demasiado pronto empieza a ser demasiado tarde.
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