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viernes, 3 de enero de 2014

Nada de cuanto vengas a llevarte (por Andrés Trapiello)


Hubo primero extremos movimientos

de tropas en el cielo.

Legiones apretadas de vencejos

y ansiosas golondrinas parecían,

entre gritos de júbilo, estar

preparando su anábasis.

De ayer a hoy el aire

se vació de vuelos. Qué extraña

su partida. El silencio que han dejado

cubre los negros árboles y montes

como cubren de sábanas los muebles,

fantasmales y blancas, de un palacio.

Incluso se diría que los últimos

en partir se olvidaron de cerrar

la puerta de los campos,

y ruedan por el suelo, como papeles rotos

en un final de fiesta, desoladas

hojas secas y abrojos.

Siguen sin cosechar algunas uvas

maduras en la parra y el perfume

opulento del nardo

se pierde entre las zarzas. Lo llamamos

otoño. Alguien aquí

tenía que quedarse y rendir cuentas

de momentos tan frágiles,

alquien también que cuando llegue el día

de salir al encuentro del invierno

y rendirle la plaza de la vida,

le diga con voz firme:

“Nada de cuanto vengas a llevarte

es en verdad valioso;

la alegría la dimos a los pájaros,

y está a salvo”.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Anábasis es un término de origen griego que significa "subida, expedición hacia el interior" y alude a tres obras literarias:
Anábasis de Jenofonte, sobre una expedición de Ciro el Joven y
Anábasis de Alejandro Magno, escrita por Flavio Arriano, narra la vida de Alejandro Magno y
Anábasis, escrita por Saint-John Perse.

(Fuente: wiki.)

Anónimo dijo...

Está bien pero se parece bastante a Juan Ramón Jimenez y eso puede resultar un tanto pretencioso , el uso de Anábasis es un cultismo que no va con la sencillez del poema . Sin el pero seria muy bueno .

casa de citas dijo...

El perdón también es una forma de vanidad.

(BORGES)

Lloviendo amares dijo...


A medio hacer quedamos, padre, ni cocidos ni crudos, perdidos en la grandeza de este basural interminable, errando y equivocándonos, matando y pidiendo perdón, maniacos depresivos en tu sueño, padre, tu sueño que no tenía límites y que hemos desentrañado mil veces y luego mil veces más, como detectives latinoamericanos perdidos en un laberinto de cristal y barro, viajando bajo la lluvia, viendo películas donde aparecían viejos que gritaban ¡tornado! ¡tornado!, mirando las cosas por última vez, pero sin verlas, como espectros, como ranas en el fondo de un pozo, padre, perdidos en la miseria de tu sueño utópico, perdidos en la variedad de tus voces y de tus abismos, maniacos depresivos en la inabarcable sala del Infierno donde se cocina tu Humor.

(BOLAÑO)