En el patio de Anaïs Nin
dilapido mi muerte.
Perdida pero obstinada, lleno el vaso de agua para
el sudor de la madrugada y estiro la colcha viendo la
arañita quieta en el techo, siempre con el frío de la
noche anterior, siempre lo mismo,
y de ese patio, recuerdo sobre todo el olor,
aquel encuentro que nadie tomó en cuenta,
porque el día era muy gris
y temíamos
que la gente amaneciera triste.
Había lo imprevisible en ese patio.
La estatua del niño de mirada inconmovible,
toquecitos de cielo, lluvia y palomas.
Un viajero que mentía para no llegar a su destino.
Un extraño transeúnte de abril.
Un asesino desencantado por la brisa
que decía no tengas miedo, son ruidos
de madera de algún vecino melancólico,
de algún aparecido. Y seguía rondando,
miraba y medía la niebla, casi pasaba
a otro tiempo, tiempo para que no
empezara nada nuevo.
En el patio de Anaïs Nin,
despiertan a veces los días malos
despiertan el agua y las campanas y las
palabras rigurosas y el furor ciego de los
solitarios y el golpe sobre los ojos y los
que te ven, como si nada pasara. Todo un
enojo de graznidos, bullas, desazones,
confusiones, monotonías, hasta la quietud
de la muerte, cuando será inútil ya agitarse.
En el patio de Anaïs Nin,
los tragos son dulces y demoníacos
dan vueltas y más vueltas,
aplauden a mi amado
el más amado de los lunáticos.
En el patio de Anaïs Nin,
no se aceptan extraños
y menos aquellos que vengan de coléricas comarcas.
En el alto techo, habrá tiempo para tu cuerpo y el mío.
Nada diré de tu bienaventuranza, de tus
mañanas de jazmín, de tus insoportables
desastres. Correrás bajo el paso rápido
de las nubes y darás el santo y seña junto
a la fuente.
En el patio de Anaïs Nin,
cuando duermes y me amas,
es ahora el día de todas las furias juntas.
4 comentarios:
Esforzada labranza, profuso regadío, despunta un brote y dos mil en retahila, se estiran los tallos, se achaparran los cogollos, reptan las cucurbitáceas y los tubérculos maduran bajo tierra. Unas gallinas picotean la gravilla y dejan sin tocar el grano fino de la avena. Un conejo mastica muecas desde el semillero de cebollas porque las tablas de palet fueron barquillo entre sus dientes incisivos. Un golpe detrás de las orejas y mañana el arroz con conejo humeará a la sombra de la parra. El postre serán unos higos reventones. Y la siesta.
Una gran inteligencia en la cabeza de un malvado es como un cuchillo afilado en las manos de un loco.
Venga mi morena y baile
hasta que se funda el suelo.
Si se rompen los zapatos,
pa eso están los zapateros.
Los llamados "intereses nacionales" son en realidad los intereses de las élites nacionales.
(MONNET)
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