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sábado, 4 de julio de 2015

En ese patio (por Miyó Vestrini)


En el patio de Anaïs Nin

dilapido mi muerte.


Perdida pero obstinada, lleno el vaso de agua para

el sudor de la madrugada y estiro la colcha viendo la

arañita quieta en el techo, siempre con el frío de la

noche anterior, siempre lo mismo,


y de ese patio, recuerdo sobre todo el olor,

aquel encuentro que nadie tomó en cuenta,

porque el día era muy gris

y temíamos

que la gente amaneciera triste.


Había lo imprevisible en ese patio.

La estatua del niño de mirada inconmovible,

toquecitos de cielo, lluvia y palomas.

Un viajero que mentía para no llegar a su destino.

Un extraño transeúnte de abril.

Un asesino desencantado por la brisa

que decía no tengas miedo, son ruidos

de madera de algún vecino melancólico,

de algún aparecido. Y seguía rondando,

miraba y medía la niebla, casi pasaba

a otro tiempo, tiempo para que no

empezara nada nuevo.


En el patio de Anaïs Nin,

despiertan a veces los días malos

despiertan el agua y las campanas y las

palabras rigurosas y el furor ciego de los

solitarios y el golpe sobre los ojos y los

que te ven, como si nada pasara. Todo un

enojo de graznidos, bullas, desazones,

confusiones, monotonías, hasta la quietud

de la muerte, cuando será inútil ya agitarse.


En el patio de Anaïs Nin,

los tragos son dulces y demoníacos


dan vueltas y más vueltas,

aplauden a mi amado


el más amado de los lunáticos.


En el patio de Anaïs Nin,

no se aceptan extraños

y menos aquellos que vengan de coléricas comarcas.


En el alto techo, habrá tiempo para tu cuerpo y el mío.


Nada diré de tu bienaventuranza, de tus

mañanas de jazmín, de tus insoportables

desastres. Correrás bajo el paso rápido

de las nubes y darás el santo y seña junto

a la fuente.


En el patio de Anaïs Nin,

cuando duermes y me amas,

es ahora el día de todas las furias juntas.

4 comentarios:

F., a una amiga que sufre. dijo...

Esforzada labranza, profuso regadío,  despunta un brote y dos mil en retahila, se estiran los tallos, se achaparran los cogollos, reptan las cucurbitáceas y los  tubérculos maduran bajo tierra. Unas gallinas picotean la gravilla y dejan sin tocar el grano fino de la avena. Un conejo mastica muecas desde el semillero de cebollas porque las tablas de palet fueron  barquillo entre sus dientes incisivos. Un golpe detrás de las orejas  y mañana el arroz con conejo humeará a la sombra de la parra. El postre serán unos higos reventones. Y la siesta.

ORáKULO dijo...


Una gran inteligencia en la cabeza de un malvado es como un cuchillo afilado en las manos de un loco.

Cide Hamete Benengeli dijo...

Venga mi morena y baile
hasta que se funda el suelo.
Si se rompen los zapatos,
pa eso están los zapateros.

casa de citas dijo...

Los llamados "intereses nacionales" son en realidad los intereses de las élites nacionales.

(MONNET)