Conmigo tú no tengas
remordimiento, madre. Yo te doy lo único
que puedo darte ahora: si no amor,
sí reconciliación. Ya sé el fracaso,
la victoria que cabe
en un cuerpo. El caer, el arruinarse
de tantos años contra el pedernal
del dolor, el huir
con leyes a mansalva
que me daban razón, un cruel masaje
para alejarme de tí; historias
de dinero y de catres,
de alquileres sin tasa,
cuando todas mis horas eran horas de lobo,
cuando mi vida fue estar al acecho
de tu caída, de tu
herida, en la que puse,
si no el diente, tampoco
la lengua,
me dan hoy el tamaño
de mi pecado.
Sólo he crecido en esqueleto: mírame.
Asómate como antes
a la ventana. Tú no pienses nunca
en esa caña cruda que me irguió
hace dieciséis años. Tú ven, ven,
mira qué clara está la noche ahora,
mira que yo te quiero, que es verdad,
mira cómo donde hubo
parcelas hay llanuras,
mira a tu hijo que vuelve
sin camino y sin manta, como entonces,
a tu regazo con remordimiento.
5 comentarios:
Con nuestros huesos,
nuestra piel, nuestras vísceras...
a cuestas siempre.
(RAFAEL BALDAYA)
A menudo sacamos lo peor de nosotros mismo justo ante las personas que más nos quieren pues sabemos que, precisamente porque nos quieren, ellos sí nos lo tolerarán.
Desde luego te declaro,
lector de estos epigramas,
por necio si alabas todo;
por envidioso, si nada.
Los niños van en grupo, los jóvenes en pareja, y los viejos solos.
(proverbio sueco)
En el despacho
de Fernando el Católico
no hay telefax.
(CUQUI COVALEDA)
Publicar un comentario