No era el jardín, tampoco las cornejas
cansadas de volar,
picoteando en la hierba, ajenas
a la muda insistencia de mis ojos.
Ni era la bruma
detenida en el aire
ni el fuego del otoño deshojándose
con su último fulgor
sobre la tarde en calma.
No era eso todo.
Había otra belleza más allá
de la simple mirada:
un gran silencio,
una luz nueva, algo remoto
vertiéndose hacia dentro,
abriendo otro jardín desconocido
tras los muros del corazón.
4 comentarios:
Il y avait un jardin qu' on appelait la terre...
Colegas de Zumo, disculpad, pero os cuelgo este textito mío que se me cayó un otoño:
CORMORÁN
Esta tarde fría y soleada, de la parte de occidente, por sobre los cantiles roqueños de Torres me llega un cormorán de buche liso. Y, plegando los alerones, se abate como la
granada de un obús sobre la superficie inquieta de las aguas. Cinco minutos con la vista fija en la marea y que el pájaro no regresa de lo hondo. Lo daba por perdido (los cormoranes sufren infartos como las personas, lo he leído en N. G.) cuando reparo en la
cagarrutita negra que se mece en una cresta espumosa a cien metros del agujero de inmersión, cuyas ondas últimas hace rato que se diluyeron en las rocas. Y era él, el cormorán gallego (los distingo de los nativos, porque llevan una moñeta gris en el arranque del pico). Y no sé debido a qué me sobrevino el recuerdo de María. Y la imaginé escribiendo en un cuaderno de anillas azules, en un banco verde, sobre un prado blanco.
Nieve en las calles.
Rojos, verdes y azules
se han vuelto blancos.
(CUQUI COVALEDA)
La peor locura es ver la vida tal como es y no como debería ser.
(CERVANTES)
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