que brota de tus bocas cuando se abren
como verdes campanas y se repelen
hacia atrás, disolviéndose.
La casa de mis veranos juveniles
-lo sabes- estaba a tu lado
allá en la tierra donde el sol calcina
y oscurecen el aire los mosquitos.
Hoy como entonces ante ti permanezco
inmóvil, mar, pero no me creo
digno ya de la solemne admonición
de tu aliento. Me dijiste primero
que el pequeño fermento
de mi corazón no era sino un instante
del tuyo, que en el fondo de mí
estaba tu arriesgada ley: ser enorme y diverso
y fijo al mismo tiempo,
para librarme así de toda suciedad,
como tú cuando arrojas a tus playas
entre estrellas de mar, corchos y algas,
las inútiles sobras de tu abismo.
4 comentarios:
A tus atardeceres rojos se acostumbraron mis ojos como el recodo al camino.
De las uvas sale el vino, y del vino el desatino.
La curiosidad no nos mata. Carecer de ella sí.
(REID)
Si tu corazón no quiere ceder,
no siente pasión, no quiere sufrir
ni hacer planes de lo que después vendrá,
mi corazón puede amar por los dos.
(LUISA SOBRAL)
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