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lunes, 26 de febrero de 2018

El cómplice (por Jorge Luis Borges)


Me crucifican y yo debo ser la cruz y los clavos.
Me tienden la copa y yo debo ser la cicuta.
Me engañan y yo debo ser la mentira.
Me incendian y yo debo ser el infierno.
Debo alabar y agradecer cada instante del tiempo.
Mi alimento es todas las cosas.
El peso preciso del universo, la humillación, el júbilo.
Debo justificar lo que me hiere.
No importa mi ventura o mi desventura.
Soy el poeta.



5 comentarios:

Pablo M dijo...

Del dolor puede surgir la belleza. Es como su única utilidad posible.

Cide Hamete Benengeli dijo...

El que quiere a una mujer

y no se lo dice pronto

merece que se la quiten

y luego le llamen tonto.

batiBURRILLO dijo...

En realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades. Que cada uno individualmente se afane por tomar a este caos por una unidad y hable de su yo como si fuera un fenómeno simple, sólidamente conformado y delimitado claramente: esta ilusión natural a todo hombre (aun al más elevado) parece ser una necesidad, una exigencia de la vida, lo mismo que el repirar o el comer.



(HESSE)

hAiKu dijo...

¿Sabe alguien quién
le lavaba a Albert Einstein
los calzoncillos?

(CUQUI COVALEDA)

Lloviendo amares dijo...

Agua verde y dormida, que no quieres ninguna

gloria, que has desdeñado ser fiesta y catarata,

que cuando te acarician los ojos de la luna

te llenas toda de pensamientos de plata…

Agua limpia y callada del remanso doliente,

que has despreciado el brillo del triunfo sonoro,

que cuando te penetra el sol dulce y caliente,

te llenas toda de pensamientos de oro…

Triste y profunda eres, lo mismo que mi alma:

a tu sombra han venido a pensar los dolores

y brotan, en la plácida delicia de la calma,

los más puros ensueños y las más bellas flores…

(JUAN RAMÓN JIMÉNEZ)