Hundida en deudas hasta las orejas.
Tendré que liquidar la deuda
entregándome a mí misma.
Así fue convenido:
devolver el corazón,
devolver el hígado
y cada uno de los dedos.
Es tarde para cambiar las cláusulas del contrato.
Me arrancarán el pago
junto con toda la piel.
Voy por el mundo
entre una multitud de deudores.
Sobre unos pesa
el embargo de las alas.
Otros, quieran o no,
tendrán que declarar sus hojas.
Cada tejido nuestro
está en el Debe;
ni una pestaña, ni una ramita
podrá ser conservada para siempre.
Hasta el último detalle está inventariado
y todo parece indicar
que al final nos quedaremos sin nada.
No logro recordar
dónde, cuándo y para qué
permití que me abrieran
esta cuenta.
La protesta contra eso
es lo que llamamos alma.
Y es justo lo único
que no está en el inventario.
3 comentarios:
Vivimos de prestado. Nuestros pies, nuestras manos e incluso nuestra mente son de alquiler.
Cuando se murió le puse
un pañuelito en la cara,
“pa” que la tierra no toque
la boca que yo besaba.
Del revés o del derecho, lo que hiciste ya está hecho.
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