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sábado, 21 de abril de 2018

El pan se repartió (por Eugenio Montejo)


El tacto de la harina en las manos nocturnas,
nuestra humilde nieve natal
que Dios nos manda.

En la boca del horno
el fuego con su canto de gallo.

La noche cae más densa al fondo de la cuadra,
los panaderos con sus gorros níveos
van y vienen detrás de los tablones,
trabajan para el mundo que duerme.

Es el silencio blanco en la hora negra,
el termo de café,
los cuentos de lejanos burdeles;
puedo mirarlos adentro de las sombras,
sobre su piel se va adensando la blancura
y la piedad de los nevados árboles.

Antes que las palabras fue la cuadra de mi vida,
hombres de gestos nítidos,
copos de levadura,
fraternidad de nuestra antigua sangre.
Los sigo viendo insomnes en la noche,
ya completan la carga de sus cestos,
rojea el horno apurándolos.
A un punto de la sombra todos se desvanecen,
casa por casa el pan se repartió,
la cuadra ahora esta llena de libros,
son los mismos tablones alineados, mirándome,
gira el silencio blanco en la hora negra,
va a amanecer, escribo para el mundo que duerme,
la harina me recubre de sollozos las páginas.



8 comentarios:

Pablo M dijo...

El pan. ¿A qué troglodita se le ocurrió machacar los granos de aquella espiga (originariamente un yerbajo), mezclarlos con agua, hacer así una masa y ponerla luego al fuego?

Y no, a aquel gran inventor -don Perfecto Desconocido- no le dieron el Nobel.

Fuego de palabras dijo...

Maternidad: vientre: primera tumba.

(MIGUEL HERNÁNDEZ)

ORáKULO dijo...

Cuando se nos acaben los errores, acertaremos.

Lloviendo amares dijo...

Llorando me expulsó del paraíso.
En la tarde herrumbrosa peinó mis cabellos
me cubrió con su manto
y puso sandalias en mis pies.
De la mano me llevó a las puertas
del paraíso
y me dio un largo abrazo.
Y ya al final, de manera repentina
y con un brillo de fuego en la mirada
se me acercó al oído
y me preguntó
casi me suplicó que le dijera
qué saber tenía
la manzana.

(ANA ILCE GÓMEZ)

Lloviendo amares dijo...

Qué sabOr...

Lloviendo amares dijo...

Llorando me expulsó del paraíso.
En la tarde herrumbrosa peinó mis cabellos
me cubrió con su manto
y puso sandalias en mis pies.
De la mano me llevó a las puertas
del paraíso
y me dio un largo abrazo.
Y ya al final, de manera repentina
y con un brillo de fuego en la mirada
se me acercó al oído
y me preguntó
casi me suplicó que le dijera
qué sabor tenía
la manzana.

Ignatius Reilly dijo...

Me pregunta qué es poesía.
Poesía, le respondo, es un rebaño
de vacas cruzando mansamente un puente
por encima de una autopista de montaña.

Y me mira y me sonríe. Y eso
—lo lleva puesto y no lo sabe—
es poesía, y de la buena, también.

(WOLFE)



Roger Wolfe, Alg

hAiKu dijo...

Una cascada
da frescor a la noche
con su sonido.

(KOBAYASHI ISSA)