grande y resplandeciente, por la montaña negra.
Entre tanto, una voz penetrante urgía a la mujer:
no es demasiado tarde, aún puedes mirar.
Mira las torres rojas de tu Sodoma natal, la plaza
en que cantaste, el patio donde hilabas, las ventanas vacías
nacieron, fruto de unión feliz.
Una mirada sólo. Y helados en un dolor de muerte
no pudieron sus ojos mirar más.
Sal transparente se volvió todo su cuerpo
y las ágiles piernas arraigaron en la tierra.
¿Y a esta mujer nadie la llorará?
¿Tan anodina es para ocuparse de ella?
a la que dio su vida por una mirada.
3 comentarios:
El Dios del Antiguo Testamento se pasaba tres pueblos.
Yavéh nunca se andaba con chiquitas.
Pero también era bromista. Como con Abraham: "Anda, tonto, si lo de matar a tu hijo no iba en serio!. Qué broma tan simpática te he gastado."
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