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lunes, 27 de enero de 2020

Los últimos metros (por Joan Margarit)


La mujer aparca el coche en una calle
junto a la arena.
Baja del coche y, sin prisa,
saca y despliega la silla de ruedas.
Después, coge al muchacho,
lo sienta y le coloca bien las piernas.
Se aparta unos cabellos de la cara
y, mientras siente como ondea su falda,
va empujando la silla de ruedas hacia el mar.
Entra en la playa por el pasadizo
de tablas de madera que, de pronto,
a unos metros del agua, se detiene.
Muy cerca, el socorrista mira al mar.
La mujer alza al chico:
lo coge por debajo de los brazos
y, de espaldas al agua, va arrastrándolo
mientras los pies inertes del muchacho
dejan dos surcos tristes en la arena.
Lo ha llevado muy cerca de las olas
y lo deja en la arena para volver atrás
a recoger el parasol y la silla de ruedas.

Los últimos metros. Siempre faltan
los malditos, terribles últimos metros.
Son estos los que te romperán el corazón.
No hay amor en la arena. Ni en el sol.
Ni en las tablas de madera, ni en los ojos
del socorrista, ni en el mar. El amor
son estos últimos metros. Su soledad.


2 comentarios:

DaniPovedano dijo...


Original en lengua catalana:

La dona aparca el cotxe a un carrer vora la sorra.
Baixa i, a poc a poc, treu i desplega
la cadira de rodes. Després, agafa el noi,
l’asseu i li col·loca bé les cames.
S’aparta uns quants cabells que li van a la cara,
i, sentint com li oneja la faldilla,
va empenyent la cadira cap al mar.
Entra a la platja pels taulons de fusta,
però els taulons s’aturen a uns quants metres de l’aigua.
A prop, el socorrista mira el mar.
La dona aixeca el noi: l’agafa
per sota els braços i, d’esquena a l’aigua,
camina arrossegant-lo mentre els peus
van deixant dos solcs tristos en la sorra.
L’ha dut fins a on arriben les onades,
l’ha deixat a la sorra i torna enrere
a buscar el para-sol i la cadira.

Els últims metres. Sempre falten
els maleïts, terribles últims metres.
Són aquests els que et trencaran el cor.
No hi ha amor en la sorra. Ni en el sol.
Ni en els taulons de fusta, ni en els ulls
del socorrista, ni en el mar. L’amor
són aquests últims metres. La seva soledat.

A. dijo...

Un viento fuerte de terral ayudaría. De noche, pues es el terral viento nocturno. El socorrista no estaría, pero en las noches de terral luce la luna, y toda precaución iba a ser poca. Y las viejas conservan el vigor laríngeo capaz de gritos desgarrsdores, audibles a varias millas de distancia en los silencios esteparios de las playas de Levante. No iba a bastar el soplo del terral -de tierra a mar- que los barriera. Quizá una mordaza hidrosoluble, que se diluyese en el agua salada en no más de diez minutos, sin dejar rastro. Son ideas, simples ideas. Señor juez.