Balaam Lai en su trigésimo año
navegó una tarde hacia Madagascar
debido a un anhelo de ver a Erna Susatte
porque hacía cuatro años que
no la veía
y no tenía la menor idea de dónde estaría
de modo que pensó: Está en Madagascar.
Buscó en el mapa en el Tomas Cook. Muy probablemente
estaría ahí en algún lado
pensó y entonces
apareció en Madagascar
del modo
como Poncio Pilatos lo hizo en el Credo.
Viajó con un maletín lleno de documentos
un paraguas que precisaba urgentes reparaciones
una guitarra y una botella de Johnny Walker
y un revoltijo en el corazón, un viejo desorden.
Pero el mar es un maldito bicho de malos modales
así que no pensó mucho en Erna Susatte
aunque una vez estuvo en la isla entonces
el nombre (no el rostro) se le apareció de nuevo
pero esa noche se fue a la cama solo, suponiendo
que sería raro encontrarse con ella la primera noche.
Así que cuando Balaam Lai en su trigésimo año
de pronto una mañana estaba en Madagascar
se preguntó antes de salir en su búsqueda
si era posible que Erna Susatte
estuviera en Madagascar
y concluyó que era posible, ¿por qué no iba a serlo?
pero que las posibilidades de encontrarla eran pocas, especialmente
porque con lo único que contaba era con su maleta y un paraguas
y dado sobre todo que el interés que
aún tenía en el rostro de la desaparecida Erna Susatte
no era grande, no muy grande
y decidiendo sobre un ponche infamemente elaborado
que Madagascar no daba para mucho
regresó navegando moderadamente borracho de ponche
pero se deshizo de toda añoranza y de toda la bazofia del deseo
y ordenó otro ponche en El Clavel Rojo
12 Tauenziehenstrasse, corrido
por otra Erna, apellidada Nubes, esta
varios años después, misma calle, número 4, en un bar
un sobresaturado borracho solía relatar
entre varias historias verdaderas ésta acerca de
un atrevido viaje en una goleta a Madagascar
naufragio, visiones, picaduras de serpientes
y un rostro que había visto en las profundidades de los pantanos de Madagascar
como prueba de que de vez en cuando los milagros sí
suceden
por ejemplo cuando
sin nada más que decir
él ve el pálido y olvidado rostro de Erna Susatte
en un pantano
asiático, ebrio de ponche como una mofeta.
1 comentario:
Y en otros puertos he atracado mi velero,
y en otros cuartos he colgado mi sombrero,
y una mañana
descubrí que a veces gana
el que pierde a una mujer.
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