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jueves, 22 de julio de 2010

En ese difuso estamos presentes (por Eduardo Anguita)

Debajo del agua encima de la tierra
En los bosques para el tacto en el fuego
Sobre o entre el cielo transformado en el peor ahogo
Bajo las miradas asfixiantes de los seres
Entre las hojas siempre verdes listas a escuchar
En medio de las sombras los cuerpos de la luz
En el mundo o el sueño
El hombre roba lo que puede a la verdad

Muy náufrago soy pero no ceso en mi trabajo
De poner calor al frío agua a la aspereza
Mi trabajo es verdaderamente inmoral
Hasta el momento de morir nadie descansa
Equilibrando contrapesando queriendo saber
Con nuestro orgullo que quiere tomar parte en la naturaleza
Con nuestros vestidos contra la desnudez
Nuestras palabras contra el silencio
Nuestra población contra la soledad
Nuestro andar contra la vejez
Sólo logramos creer en algo difuso
Porque en ese difuso estamos presentes
Pero con nuestro saber sólo logramos
Robar algo a la verdad
Equilibrar todo negar el desorden verdadero

(Sin duda, es lamentable nuestro afán impurificador. El astrónomo, el físico, el paleontólogo son los peores canallas Dormid, señores: dejad nuestra admirable confusión natural en donde deben moverse las plantas con su calor primitivo, interceptarse los astros sin clasificación y las flores romper el paso por nuestra sien: Hombres que aman la mugre de un falso conocimiento; sólo logran ensuciar con su aliento lo que podrían contemplar frente a frente, en el éxtasis, o en el sueño, que son buenos medios de contacto).

las abejas en su catre de bronce
los gallos inventando juegos sobre el mármol
los gobiernos intranquilos la revolución como moscas
a los cristales de la sordera no llames
volemos entre las ampolletas qué campanadas más tontas
róbale a la verdad róbale una cinta

El hombre nace en el movimiento
Todo equilibrio toda detención
Irrealizan el mundo en su pura impureza
El cielo que cubre todas estas cosas
Estas pequeñas luchas trascendentes
Podría decir

'No llevándote nada de mí
llevas mi mayor parte'
Pero en vez del cielo hablamos nosotros
Y en vez de la hormiga salada -para nuestra desgracia-
La sal detiene los alimentos.




11 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicidades por la selección. Hay muchos sitios donde leer poemas pero quizá no una selección tan bien hecha.Es que me gustan todos!!!!!!!

zUmO dE pOeSíA dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Nosotros siempre decimos lo mismo: que esto no es una antología, sino una "antojolía", porque ponemos los poemas que a Aitor y a mí se nos antojan. Visitamos periódicamente del orden de unos 200 blogs poéticos, seleccionando lo que a nosotros nos parece lo mejor de lo mejor.

Cide Hamete Benengeli dijo...

A mis soledades voy,
de mis soledades vengo,
porque para andar conmigo
me bastan mis pensamientos.

ORáKULO dijo...

La piedad es a menudo una percepción de nuestros posibles infortunios futuros en los infortunios reales y actuales de los otros.

casa de citas dijo...

Nos empeñamos en hacer pasar por méritos aquellos defectos que no estamos dispuestos a corregir.

(LA ROCHEFOUCAULD)

ORáKULO dijo...


Pelmazo es aquél que te quita la soledad y no te da la compañía.

hAiKu dijo...


Y pensó Ulises
al cuarto día en Ítaca:
"¡Qué aburrimiento!".

Anónimo dijo...

Y Penélope
ocultaba un querido
en la despensa.

ORáKULO dijo...

Un gallo (y una gallina) son la forma que tiene un huevo de poner otro huevo.

cajón desastre dijo...


Espanta más el aparato que rodea a la muerte que la muerte misma.

(BACON)

Lloviendo amares dijo...

Lo que en el sentido más estricto se llama felicidad, surge de la satisfacción, casi siempre instantánea, de necesidades acumuladas que han alcanzado elevada tensión, y de acuerdo con esta índole sólo puede darse como fenómeno episódico.

Toda persistencia de una situación anhelada por el principio del placer sólo proporciona una sensación de tibio bienestar, pues nuestra disposición no nos permite gozar intensamente sino el contraste, pero sólo en muy escasa medida lo estable.

Así, nuestras facultades de felicidad están ya limitadas en principio por nuestra propia constitución.

En cambio, nos es mucho menos difícil experimentar la desgracia.

El sufrimiento nos amenaza por tres lados: desde el propio cuerpo, del mundo exterior y de las relaciones con otros seres humanos.

(FREUD)