martes, 27 de julio de 2010
A punto de perforarse (por Gottfried Benn)
Todo está pulcro y preparado para el corte.
Los cuchillos humean. El abdomen marcado.
Bajo paños blancos hay algo que gime.
“Doctor, todo está listo.”
La primera incisión. Como si el pan se rebanara.
“¡Pinzas!” Algo púrpura brota.
Más profundo. Los músculos: húmedos, brillantes, frescos.
¿Hay un ramo de rosas sobre la mesa?
¿Es pus lo que salta?
¿Habrán cortado el intestino?
“Doctor, si se para contra la luz,
ni el diablo puede ver el diafragma.
Anestesia, no puedo operar,
el hombre se va de paseo con su estómago.”
Silencio, pesado, húmedo. En el vacío
tintinea una tijera en el suelo.
Y la enfermera angelical
ofrece algodones esterilizados.
“¡No puedo encontrar nada en esta porquería!”
“La sangre se oscurece. ¡Quíteme la mascarilla!”
“Pero —Dios del cielo— querido,
¡apriete esos talones!”
Todo deforme. ¡Por fin: aquí está!
“¡El hierro candente, enfermera!” Un siseo.
Por esta vez tuviste suerte, hijo mío.
La cosa estaba a punto de perforarse.
“¿Ve usted la pequeña mancha verde?
Tres horas y el estómago se llenaba de mierda.”
Vientre cerrado, piel cosida. “¡Esparadrapos, acá!
Buenos días señores.”
La sala se vacía.
Furiosa, castañea y rechina con las mejillas.
La muerte se escurre a la barraca de los cancerosos.
Los cuchillos humean. El abdomen marcado.
Bajo paños blancos hay algo que gime.
“Doctor, todo está listo.”
La primera incisión. Como si el pan se rebanara.
“¡Pinzas!” Algo púrpura brota.
Más profundo. Los músculos: húmedos, brillantes, frescos.
¿Hay un ramo de rosas sobre la mesa?
¿Es pus lo que salta?
¿Habrán cortado el intestino?
“Doctor, si se para contra la luz,
ni el diablo puede ver el diafragma.
Anestesia, no puedo operar,
el hombre se va de paseo con su estómago.”
Silencio, pesado, húmedo. En el vacío
tintinea una tijera en el suelo.
Y la enfermera angelical
ofrece algodones esterilizados.
“¡No puedo encontrar nada en esta porquería!”
“La sangre se oscurece. ¡Quíteme la mascarilla!”
“Pero —Dios del cielo— querido,
¡apriete esos talones!”
Todo deforme. ¡Por fin: aquí está!
“¡El hierro candente, enfermera!” Un siseo.
Por esta vez tuviste suerte, hijo mío.
La cosa estaba a punto de perforarse.
“¿Ve usted la pequeña mancha verde?
Tres horas y el estómago se llenaba de mierda.”
Vientre cerrado, piel cosida. “¡Esparadrapos, acá!
Buenos días señores.”
La sala se vacía.
Furiosa, castañea y rechina con las mejillas.
La muerte se escurre a la barraca de los cancerosos.
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9 comentarios:
buen poema.
Gracias, Jordi. Intentamos hacer una selección de los mejores poemas, claro que esto es algo muy personal. A todas las personas que nos visitan les decimos lo mismo: esto no es una antología sino una antojolía, porque ponemos los poemas que se nos antojan. Si de vez en cuando alguien coincide con nuestros gustos, pues estupendo.
¿Qué culpa tiene el tomate
que está tranquilo en su mata
de que llegue un tío malage (*)
y lo meta en una lata?
(*) Malage: En al Ándalus, contracción y apócope de "mal ángel".
Como las águilas reales
anidan en el barbecho,
así querría anidar yo
en el canal de tu pecho.
La experiencia no es lo que te sucede, sino lo que haces con lo que te sucede.
(HUXLEY)
Lo que no se regenera, se degenera.
Yo no quiero que madrugues,
sino que al rayar el alba
abras tus ojos azules.
"Aceituneros
altivos" de Jaén,
vienen hoy de África.
(CUQUI COVALEDA)
Manejar el silencio es más difícil que manejar las palabras.
(CLEMENCEAU)
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