martes, 1 de febrero de 2011
Es mi modo de amarte (por Juan Andrés García Román)
Qué clase de verdad es mi tristeza:
pasan cuerpos y días y se deshoja el mar;
voy por ciudades, cuerpos. Te amo así.
Enciendo en sus alientos mis jardines y sigo caminando:
—hermoso, aunque el destino sea por siempre la noche,
caminar por la borda de un barco con las luces apagadas—.
Hay algo parecido al otoño en el amor:
estar como una alondra en la noticia
del sol, entretener
la forma, la belleza en su tardanza.
Huelen como el otoño las alcobas,
son como los jardines del otoño; no debieran
estar en este mundo. Crecen del corazón,
de los surcos humanos, las grietas del perfume. Del dolor:
el último lugar en el que el hombre espera.
Y yo espero.
Pasan cuerpos y días. Es mi modo de amarte:
buscarte entre los cuerpos que pasan por mi cuerpo.
La huella de su aroma entre mis manos
conserva la extensión exacta de tu ausencia;
y así, cuando germina
en la grava tortuosa y enferma de mis ojos
el alba, me es posible
escapar por el mar interior de los abrazos
hasta esta sed de ti más cierta que mi vida.
Entonces, junto a muelles
dormidos, que un momento
son más verdad, la fiebre de unas aves
voltea en lo más alto,
y la última estrella me sonríe como tú.
Es la hora: me conduzco
por sombras y callejas con una luz a tientas,
llego a mi cuarto, acuesto mi cuerpo estremecido.
pasan cuerpos y días y se deshoja el mar;
voy por ciudades, cuerpos. Te amo así.
Enciendo en sus alientos mis jardines y sigo caminando:
—hermoso, aunque el destino sea por siempre la noche,
caminar por la borda de un barco con las luces apagadas—.
Hay algo parecido al otoño en el amor:
estar como una alondra en la noticia
del sol, entretener
la forma, la belleza en su tardanza.
Huelen como el otoño las alcobas,
son como los jardines del otoño; no debieran
estar en este mundo. Crecen del corazón,
de los surcos humanos, las grietas del perfume. Del dolor:
el último lugar en el que el hombre espera.
Y yo espero.
Pasan cuerpos y días. Es mi modo de amarte:
buscarte entre los cuerpos que pasan por mi cuerpo.
La huella de su aroma entre mis manos
conserva la extensión exacta de tu ausencia;
y así, cuando germina
en la grava tortuosa y enferma de mis ojos
el alba, me es posible
escapar por el mar interior de los abrazos
hasta esta sed de ti más cierta que mi vida.
Entonces, junto a muelles
dormidos, que un momento
son más verdad, la fiebre de unas aves
voltea en lo más alto,
y la última estrella me sonríe como tú.
Es la hora: me conduzco
por sombras y callejas con una luz a tientas,
llego a mi cuarto, acuesto mi cuerpo estremecido.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
5 comentarios:
¿Qué es poseer un cuerpo? ¿Acaso tener una relación sexual con otra persona significa poseerla? ¿No sería mejor abolir esa expresión: poseer a...? ¿Se puede de verdad poseer a alguien? Y si es así ¿cómo?
Las cicatrices.
Las tristes cicatrices.
Las cicatristes.
(CUQUI COVALEDA)
Algunos querrán hacerte creer que son los pájaros quienes disparan a las escopetas.
A capar se aprende cortando cojones.
Nosotros los de entonces, esos desconocidos...
(BENÍTEZ ARIZA)
Publicar un comentario