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domingo, 21 de agosto de 2011

Hay un himno (por Vicente Gallego)

Hay un himno en la noche más oscura
que no todos consiguen entender;
pero no hay que entenderlo: el himno suena.
Hay un himno en el grito, en el dolor;
sus desgarradas notas
se escuchan en el baile de los huesos,
en el pico del buitre y en las vigas
del hogar destruido.
Hay un canto sutil en la barbarie,
un salvaje concierto en la agonía,
un compás obstinado en el terror.
Hay un coro triunfal
que no apaga la muerte, porque siguen cantando
en él las voces secas de los muertos.
Hay un himno en la vida que es la vida,
su terca pervivencia más allá de nosotros,
el desolado acorde estremecido
de un cielo imperturbable que contempla
la sucesión precisa de la fiesta y el luto.
Hay un himno en el caos, y hay después
ese salmo que clama por el mundo
desde el alma arrasada de nuestro mundo exhausto.
No es sencillo entenderlo: el himno suena
sin contar con nosotros, en el centro sin luz
del extraño destino de la carne.
Dichoso el que en su noche,
rodeado de frío y de tinieblas,
cierra con fe los ojos y es capaz de escucharlo.

11 comentarios:

Ursula dijo...

A la vida no le importamos nosotros, ni nuestra dicha ni nuestra desdicha. A la vida, la muy egoista, solo le importa ella misma. Que jodia .

Vida mía dijo...

Ese himno lo escuchó servidor ayer noche cerca de Cuatro Vientos, cuando pasaba con el furgón de reparto de dodotis, camino de la residencia de ancianos "Santo Job". Una urgencia.
Y es que "la vida" parece una sonaja en boca clerical.
Yo que aquellos viejos faldilargos me ocuparía más-mejor de la muerte, que ya les pisa las puntillosas enaguas.
Pero no: después de la bolsa, la vida. Y un cáncer terminal que desgarre y descoyunte y zarandee como a un pelele al moribundo, pues a darle gracias al Altísimo, que hay que apurar ese don inmenso de la vida hasta el momento mismo en que se parta la última fibra del último nervio, en el último segundo del minuto final del postrer espasmo; con el grito agónico en la boca dislocada...
Y que la misericordia divina no permita que -en un inesperado segundo de prórroga- muerte tan ejemplar se vea empañada por la imprecación desesperada, por la maldición volcánica para tan denodados defensores de la vida.

Carlos Cay dijo...

Ojala que mi vida se apague antes de que se apague mi alegria. SAVATERATER

Anónimo dijo...

Quise decir Fernando Savater

Aurora Pavon dijo...

La vida es un fenomeno fisicoquimico y buscarle sentido es tan ilusorio como buscarselo a la oxidacion del hierro o a la cristalizacion de la sal.

Mar de la Inopia dijo...

Sí. Pero no deja de chocar que estando yo inmerso en una reacción bioquímica como la que es necesaria para que te conteste, Aurora, resulte que tengo conciencia de ella. Y ya estamos ante el enigma de qué cosa es la conciencia (consciencia) de estar vivo: la materia que reflexiona sobre sí misma.
Como nunca lo vamos a saber (las reacciones químicas tienen sus límites), conformémonos con el espectáculo (o el viaje) que nos tocó en suerte.
Y a toda esa manada que busca que le expliquen el jeroglífico, recomendarles que se conformen con vivir en tal inopia. Pero que no me la empeoren haciendo el borrego y dejándose tresquilar por pastores avispados, como los que nos aturden ( y nos sublevan) estos días por estos eriales sin cordura.

Cide Hamete Benengeli dijo...


Dicen que sufre Japón
una terrible epidemia.
Aquí la Real Academia
hace académico a Ansón.
¡ Mejor están en Japón !

Dimes Y Diretes dijo...

Muchas veces sabe Onán
cosas que ignora Don Juan.

(MACHADO)

TóTUM REVOLúTUM dijo...


No es poesía si al leerla no te sientes aludido.

Lloviendo amares dijo...

No olvidé a Hanna, desde luego, pero en algún momento su recuerdo dejó de acompañarme a todas partes. Quedó atrás, como queda atrás una ciudad cuando el tren sigue su marcha. Está allí, en algún lugar de nuestra espalda, y si hace falta puede uno coger otro tren e ir a asegurarse de que la ciudad todavía sigue allí. Pero ¿para qué hacer tal cosa?

(SCHLINK)

Fuego de palabras dijo...

El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.

‍‍
(DAVID E. RODRÍGUEZ)