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jueves, 5 de enero de 2012

En el túmulo incierto (por Olga Orozco)

Yo, Olga Orozco, desde tu corazón digo a todos que muero.
Amé la soledad, la heroica perduración de toda fe,
el ocio donde crecen animales extraños y plantas fabulosas,
la sombra de un gran tiempo que pasó entre misterios y entre alucinaciones,
y también el pequeño temblor de las bujías en el anochecer.
Mi historia está en mis manos y en las manos con que otros las tatuaron.
De mi estadía quedan las magias y los ritos,
unas fechas gastadas por el soplo de un despiadado amor,
la humareda distante de la casa donde nunca estuvimos,
y unos gestos dispersos entre los gestos de otros que no me conocieron.
Lo demás aún se cumple en el olvido,
aún labra la desdicha en el rostro de aquella que se buscaba en mí igual que en un espejo de sonrientes praderas,
y a la que tú verás extrañamente ajena:
mi propia aparecida condenada a mi forma de este mundo.
Ella hubiera querido guardarme en el desdén o en el orgullo,
en un último instante fulmíneo como el rayo,
no en el túmulo incierto donde alzo todavía la voz ronca y llorada
entre los remolinos de tu corazón.
No. Esta muerte no tiene descanso ni grandeza.
No puedo estar mirándola por primera vez durante tanto tiempo.
Pero debo seguir muriendo hasta tu muerte
porque soy tu testigo ante una ley más honda y más oscura que los cambiantes sueños,
allá, donde escribimos la sentencia:
"Ellos han muerto ya.
Se habían elegido por castigo y perdón, por cielo y por infierno.
Son ahora una mancha de humedad en las paredes del primer aposento".

15 comentarios:

Anónimo dijo...

De mi estadía no quedará mucho poso, puede que no quede nada en absoluto, pero me consuela saber que tampoco me llevaré -tampoco arrancaré, tampoco despojaré- muchas cosas de este sitio. Prácticamente lo dejaré intacto, más o menos como estaba antes de llegar yo.

Mare amaro dijo...

De mi paso, poco rastro va a quedar: los árboles plantados junto al río; la peña que horadé para que pasara la carreta el día de mi boda; tres vigas de castaño labradas con la azuela, que sostienen un vano sobre la que fue por años la alacoba de mis sueños; un paquete atado con bramante, con escritos que se remontan a mi adolescencia y que -estoy seguro- arderán en la panza de la estufa del salón; dos hijos que ya han empezado a olvidarme...

Delia dijo...

Amaro mío, te quiero tanto...

Aldonza Lorenzo dijo...

Un médico cura. Dos, dudan. Y tres, muerte segura.

casa de citas dijo...


Todo acto de bondad es una demostración de poderío.

(UNAMUNO)

TóTUM REVOLúTUM dijo...


Lo normal en el mundo es la crueldad, la tiranía y el abuso. Occidente es una excepción. Occidente es un Accidente.

Círculo Cultural FARONI dijo...


Todos se entenderían bien sin las palabras mío y tuyo.

(proverbio italiano)

cajón desastre dijo...


De una película mala lo que más llama siempre la atención es el gasto.

(BENÍTEZ ARIZA)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Cada vez que entra la noche
me pongo a pensar y digo:
¿De qué me sirve la cama
si tú no duermes conmigo?

cajón desastre dijo...


"El momento": esa cosa que nunca llega si la esperas y nunca encuentras si la buscas. ¿El momento? El momento es éste; no hay ningún otro.

(WOLFE)

Dimes Y Diretes dijo...


Dímelo y lo olvido; enséñamelo y lo recuerdo; involúcrame en hacerlo y lo aprendo.

(FRANKLIN)

Ignatius Reilly dijo...

Nunca un bello discurso ha calmado a un estómago hambriento.

(ZWEIG)

tERESA pANZA dijo...


Lo que saben tres, público es.

cajón desastre dijo...

El hombre obstinado no tiene opiniones. Son éstas las que lo tienen a él.

(ALEXANDER POPE)

Lloviendo amares dijo...


1. Antes que su hija de 5 años
se extraviara entre el comedor y la cocina,
él le había advertido: “-Esta casa no es grande ni pequeña,
pero al menor descuido se borrarán las señales de ruta
y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

2. Antes que su hijo de 10 años se extraviara
entre la sala de baño y el cuarto de los juguetes,
él le había advertido: “-Esta, la casa en que vives,
no es ancha ni delgada: sólo delgada como un cabello
y ancha tal vez como la aurora,
pero al menor descuido olvidarás las señales de ruta
y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

3. Antes que “Musch” y “Gurba”, los gatos de la casa,
desaparecieran en el living
entre unos almohadones y un Buddha de porcelana,
él les había advertido:
“-Esta casa que hemos compartido durante tantos años
es bajita como el suelo y tan alta o más que el cielo,
pero, estad vigilantes
porque al menor descuido confundiréis las señales de ruta
y de esta vida al fin, habréis perdido toda esperanza”.

4. Antes que “Sogol”, su pequeño fox-terrier, desapareciera
en el séptimo peldaño de la escalera hacia el 2º piso,
él le había dicho: “-Cuidado viejo camarada mío,
por las ventanas de esta casa entra el tiempo,
por las puertas sale el espacio;
al menor descuido ya no escucharás las señales de ruta
y de esta vida al fin, habrás perdido toda esperanza”.

5. Ese último día, antes que él mismo se extraviara
entre el desayuno y la hora del té,
advirtió para sus adentros:
“-Ahora que el tiempo se ha muerto
y el espacio agoniza en la cama de mi mujer,
desearía decir a los próximos que vienen,
que en esta casa miserable
nunca hubo ruta ni señal alguna
y de esta vida al fin, he perdido toda esperanza”.

(MARTÍNEZ HOLGER)