lunes, 2 de enero de 2012
A los por nacer (por Bertolt Brecht)
I.
Verdaderamente: vivo en tiempos tenebrosos.
La palabra inocente es necia. Una frente tersa
revela insensibilidad. Y si alguien ríe
es que no le ha llegado todavía
la noticia terrible.
¿Qué tiempos son éstos, en que
es casi un crimen hablar de los árboles
porque equivale a callar sobre tantas maldades?
Ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿es ya acaso inaccesible a sus amigos
en la necesidad?
Cierto: yo me gano la vida todavía.
Pero creedme: es por casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Casualmente me respetan (pero si cambia mi suerte
estoy perdido).
Me dicen: ¡Come y bebe, sé alegre tú que tienes!
Pero ¿cómo voy a comer y beber
si le arranco al hambriento lo que como
y mi vaso de agua le falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.
También me gustaría ser sabio.
Los viejos libros dicen que sabiduría es
apartarse de las luchas del mundo y pasar
el breve tiempo sin temor.
También renunciar a la fuerza, devolver bien por mal,
no cumplir los deseos sino olvidarlos,
dicen que es sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de eso:
verdaderamente, vivo en tiempos tenebrosos.
II.
Llegué a las ciudades en la hora del desorden,
cuando reinaba el hambre.
Me mezclé entre los hombres en la hora de la rebelión
y me indigné junto con ellos
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me fue dado sobre la tierra.
Comí mi pan entre las batallas.
Me eché a dormir entre los asesinos.
Cultivé sin respeto el amor
y fui impaciente con la naturaleza.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
A una ciénaga conducían en mi tiempo todos los caminos.
Mi habla me vendió al matarife.
Poco pude. Pero los amos
habrían seguido más seguros sin mí: ésa fue mi esperanza.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
Pocas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos
Pero era ya visible, aunque para mí
apenas alcanzable.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
III.
Vosotros, los que surgiréis del diluvio
en que nos hemos ahogado
pensad,
cuando habléis de nuestras debilidades,
también en el tiempo de tinieblas
del que os habéis librado.
Porque a menudo, cambiando de patria más que de zapatos
fuimos desamparados a través de la guerra de clases,
cuando todo era injusticia y nada rebelión.
Pero no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera ante la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad,
no pudimos ser amistosos.
Pero vosotros, cuando llegue el día
que el hombre sea auxilio del hombre,
acordaos de nosotros
con indulgencia.
Verdaderamente: vivo en tiempos tenebrosos.
La palabra inocente es necia. Una frente tersa
revela insensibilidad. Y si alguien ríe
es que no le ha llegado todavía
la noticia terrible.
¿Qué tiempos son éstos, en que
es casi un crimen hablar de los árboles
porque equivale a callar sobre tantas maldades?
Ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿es ya acaso inaccesible a sus amigos
en la necesidad?
Cierto: yo me gano la vida todavía.
Pero creedme: es por casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Casualmente me respetan (pero si cambia mi suerte
estoy perdido).
Me dicen: ¡Come y bebe, sé alegre tú que tienes!
Pero ¿cómo voy a comer y beber
si le arranco al hambriento lo que como
y mi vaso de agua le falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.
También me gustaría ser sabio.
Los viejos libros dicen que sabiduría es
apartarse de las luchas del mundo y pasar
el breve tiempo sin temor.
También renunciar a la fuerza, devolver bien por mal,
no cumplir los deseos sino olvidarlos,
dicen que es sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de eso:
verdaderamente, vivo en tiempos tenebrosos.
II.
Llegué a las ciudades en la hora del desorden,
cuando reinaba el hambre.
Me mezclé entre los hombres en la hora de la rebelión
y me indigné junto con ellos
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me fue dado sobre la tierra.
Comí mi pan entre las batallas.
Me eché a dormir entre los asesinos.
Cultivé sin respeto el amor
y fui impaciente con la naturaleza.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
A una ciénaga conducían en mi tiempo todos los caminos.
Mi habla me vendió al matarife.
Poco pude. Pero los amos
habrían seguido más seguros sin mí: ésa fue mi esperanza.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
Pocas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos
Pero era ya visible, aunque para mí
apenas alcanzable.
Así transcurrió mi tiempo,
el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.
III.
Vosotros, los que surgiréis del diluvio
en que nos hemos ahogado
pensad,
cuando habléis de nuestras debilidades,
también en el tiempo de tinieblas
del que os habéis librado.
Porque a menudo, cambiando de patria más que de zapatos
fuimos desamparados a través de la guerra de clases,
cuando todo era injusticia y nada rebelión.
Pero no por ello ignoramos
que también el odio contra la vileza
desencaja al rostro,
que también la cólera ante la injusticia
enronquece la voz. Sí, nosotros,
que queríamos preparar el terreno a la amistad,
no pudimos ser amistosos.
Pero vosotros, cuando llegue el día
que el hombre sea auxilio del hombre,
acordaos de nosotros
con indulgencia.
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16 comentarios:
Sólo para avisar de un notición literario. Acantilado traduce y publica un relato de Stefan Zweig, “Las hermanas”, hasta ahora inédito en español. Yo lo compré ayer y hoy empiezo a devorarlo.
Seguramente allá por el siglo 40 (¿vivirá alguien en el siglo 40?) no podrán juzgarnos con indulgencia ni con justicia, porque no entenderán nuestras circunstancias de ahora, como a nosotros nos resulta inviable juzgar bien a quienes vivieron hace 20 siglos. Nos reímos ahora de ellos porque creían que la tierra era plana y al llegar al "finis terrae" uno se despeñaba, o que los epilépticos eran endemoniados, o que los volcanes eran bocas del infierno, o que las epidemias eran castigos divinos (porque no sabían nada de virus ni de bacterias)... Y por lo mismo, otros se reirán de nosotros: de nuestras bobadas que ahora nos parecen inteligentes (pero después se sabrá que son estulticias), de nuestras guerras frías y calientes, de nuestras crisis, de nuestras iniquidades y miserias... De todo eso se reirán a mandíbula batiente.
Luis Mi, a lo que parece eres otro adorador de la prosa de Zweig: como Emilia, como yo.
Te agradezco que me quites cierto mosqueo de que le puedan encontrar rarillo a uno...
Corren tiempos de insoportable zafiedad. Se me abren las carnes viendo cómo gozan de prestigio mediocres artesanos de las letras. Me duele el desdén ignorante de tantos para con los escritores que no son de rabiosa actualidad. Me desazona la gradual pérdida de los caudales de la lengua.
Por eso me conforta que haya quienes encuentren en Stefan Zweig el primor literario, las ideas plasmadas con brillante plasticidad: en definitiva, la belleza hecha palabra.
Enhorabuena.
F, no debe cundir el desánimo. Los libros de Zweig se siguen leyendo, y mucho. Cada vez más. ¿Por qué crees que la editorial Acantilado está publicando toda su obra narrativa? Muy fácil: porque quien lee un relato (cuento o novela) de Zweig casi siempre quiere más. Esto no pasa con la mayoría de los autores. ¿Y qué tiene Zweig que los demás no tienen? Que va al grano, que no es farragoso, que no se pierde en divagaciones ni en pedanterías, que no escribe para sí, que respeta al lector.
Efectivamente, LuisMi: Zweig se preciaba de ir podando en cada relectura de sus manuscritos. Decía que eran mejores cuanto más los depuraba.
Ya, viene en su autobiografía El Mundo de Ayer. Ejemplo deberían tomar muchos escritores, que parece que cobran al peso o según el número de páginas, como los copistas o los traductores; libros, ignorando que, en realidad y generalmente, "menos es más" y lo superfluo no suma, sino que resta. Leí que Umberto Eco estaba preparando una edición adelgazada de El Nombre de la Rosa. Hace bien. Recuerdo que, cuando leí esa novela, tuve la impresión de que le sobraba la tercera parte de sus páginas. Lo mismo me pasó recientemente con La Noche de los Tiempos, de Muñoz Molina. Puede que sea influencia de Internet, pero cada vez me fastidian más los escritores que se enrollan, reiteran y divagan en vez de ir derechos al grano.
Bueno, pues habrá que leer al tal Zweig. ¿Por dónde me aconsejáis que empiece?
Yo te aconsejo que empieces por los relatos. Hay un recopilatorio que se titula "Sueños olvidados y otros relatos". No sé si trae "Mendel el de los libros", el primer cuento que leí de Zweig (y me fascinó), aunque creo que puede comprarse por separado en edición de Acantilado. De ahí puedes pasar a las novelas. La mejor para mí es "Impaciencia del corazón". En cuanto a ensayos, te aconsejo "Castellio contra Calvino", sobre la ejecución (más bien asesinato) de Miguel Servet. Casi todo el mundo que ha leído ensayos de Zweig cita "Momentos estelares de la humanidad", pero a mí me gustó más éste que te digo, que además se lee de un tirón.
Casualmente, sacaba yo esta mañana de la Biblioteca dos novelas cortas de Zweig: Ardiente deseo y El amor de Erika Ewald.
Viendo que otros comparten mis ideales de belleza, se encalma el pájaro que ha anidado en la jaula de mi pecho, y ya no se estrella contra el lado cóncavo de las costillas, en un volatín desesperado de alas rotas, en un intento vano de levantar el vuelo.
Es esta una República de las Letras, frágil, cándida, amenazada. Procuremos que no sea efímera. Que no nos roben -también- la esperanza.
En F. anida el pájaro de cuenta.
Yo creo que manteniendo viva nosotros la pasión literaria por Zweig le resarcimos, y nos resarcimos, de la canallada que el régimen nazi le infligió (y nos infligió al privarnos de él), pues, de resultas de tener que exiliarse por ser judío, Zweig (que se refugió en Brasil) entró en depresión que le llevó al suicidio en 1942, cuando todo hacía pensar que Alemania ganaría la guerra e impondría su totalitarismo en toda Europa. Felizmente luego no fue así, pero el caso es que nosotros nos quedamos así sin un autor que habría podido llegar aún mucho más lejos de donde llegó si le hubieran dejado vivir en paz.
Nada de Stefan Zweig me es ajeno. Sé que el imaginario de cada cual es personal e intransferible; que el universo mental de cada cual obedece a extrañísimos -por inaprehensibles- procesos psicológicos. Yo poseo a un Zweig probablemente distinto al de los demás: incluso distinto al que realmente fue... Lo percibo a través de mi mente, y en el proceso se tiñe de atributos de mi propia personalidad; le atribuyo intenciones, impulsos, pensamientos, ideales, querencias que son míos.
De todos modos, siento una gran identificación personal con el Strefan Zweig hombre; me parece que yo hubiese hecho lo mismo en sus circunstancias. ¿Mitomanía? ¿Sentido y sensibilidad? ¿Sugestión? ¿Idealismo desbocado? Vaya usted a saber.
Todas las patrias y todas las madres nos quieren pequeños para que seamos más suyos.
(SAVATER)
Yo también me casaría
si la vida de casado
fuera como el primer día.
Mis yoes muertos:
todos los que antes fui
yacen difuntos.
(RAFAEL BALDAYA)
El gran problema de la sociedad es la educación, sí, pero el gran problema de la educación es la sociedad.
(GARCÍA-MÁIQUEZ)
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