lunes, 23 de abril de 2012
Algo más se está escapando (por Billy Collins)
El nombre del autor es el primero en irse
seguido obedientemente por el título, el argumento,
la conclusión desgarradora, la novela entera
que de repente se convierte en una que nunca leíste
ni escuchaste hablar,
como si, uno por uno, los recuerdos que solías albergar
decidieran retirarse al hemisferio sur del cerebro,
a un pueblito pesquero donde no hay teléfonos.
Hace un tiempo despediste a los nombres de las nueve Musas con un beso
y viste a la ecuación cuadrática hacer las valijas
y aún ahora mientras memorizás el orden de los planetas,
algo más se está escapando, una flor de una provincia quizás,
la dirección de un tío, la capital de Paraguay.
Lo que sea que estés luchando por recordar
no está suspendido en la punta de tu lengua,
ni siquiera está acechando en algún sombrío rincón de tu bazo.
Ha naufragado bajo un oscuro río mitológico
cuyo nombre empieza con L hasta donde podés recordar,
bien encaminado al olvido donde te unirás a aquellos
que incluso han olvidado cómo nadar
y cómo andar en bicicleta.
No es extraño que te levantes en el medio de la noche
a buscar la fecha de una famosa batalla en un libro de guerra.
No es extraño que la luna en la ventana parezca haber salido
de un poema de amor que solías
saber de memoria.
seguido obedientemente por el título, el argumento,
la conclusión desgarradora, la novela entera
que de repente se convierte en una que nunca leíste
ni escuchaste hablar,
como si, uno por uno, los recuerdos que solías albergar
decidieran retirarse al hemisferio sur del cerebro,
a un pueblito pesquero donde no hay teléfonos.
Hace un tiempo despediste a los nombres de las nueve Musas con un beso
y viste a la ecuación cuadrática hacer las valijas
y aún ahora mientras memorizás el orden de los planetas,
algo más se está escapando, una flor de una provincia quizás,
la dirección de un tío, la capital de Paraguay.
Lo que sea que estés luchando por recordar
no está suspendido en la punta de tu lengua,
ni siquiera está acechando en algún sombrío rincón de tu bazo.
Ha naufragado bajo un oscuro río mitológico
cuyo nombre empieza con L hasta donde podés recordar,
bien encaminado al olvido donde te unirás a aquellos
que incluso han olvidado cómo nadar
y cómo andar en bicicleta.
No es extraño que te levantes en el medio de la noche
a buscar la fecha de una famosa batalla en un libro de guerra.
No es extraño que la luna en la ventana parezca haber salido
de un poema de amor que solías
saber de memoria.
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16 comentarios:
Si estuviera junto todo lo que he olvidado y ahora ya no sé (casi como si nunca-nunca lo hubiera sabido), saldría una enciclopedia muy, pero que muy gorda.
el otro día, intentando ayudar a mi hija con los deberes, me di cuenta de que no sé dividir. ¡No sé dividir! Y no hablo de raíces cuadradas. Incluso la tabla de multiplicar casi se me ha olvidado (sobre todo la del 8. Dije 8 por 9 y no lo sabía ...)
Tendemos a olvidar lo que no interesa , cuando ves que te queda poco y que la vida se te puede escapar en cualquier momento, no importa lo que olvides sino que sigas teniendo capacidad de aprender
No conocía a este poeta , pero da que pensar, que es lo importante.
Un saludo
La memoria va por libre. Olvida y recuerda lo que le viene en gana. Así que nadie es dueño de su propia memoria. ¿Quién no olvidó la respuesta en mitad del examen y luego se acordó, de pronto, cuando ya no le servía? ¿Y quién no se acuerda de cosas inútiles que no sabe por qué sigue recordando? La memoria tiene su propia voluntad, no es como brazos o piernas que movemos cuando queremos. Si tuviera que compararse con alguna parte del cuerpo, la memoria es como el pene de los hombres, que no se yergue voluntariamente sino solo cuando él (el pene digo, no su portador) quiere.
"La muerte de un toro en un espectáculo es una cultura, ya que el torero arriesga y casi nadie pude hazerlo (sic)..."
¿Esta frase es del Sr. Colón o será una perla -copiada- de Vargas Llosa?
Lo que decís tiene (como casi todo) una explicación evolutiva. En general, la evolución ha favorecido que sean voluntarias las funciones corporales cuando esta voluntariedad favorece la supervivencia. Así, mover las extremidades conviene que sea voluntario para poder cazar, defenderse, etc, ya que es mejor que los movimientos de brazos y piernas estén regidos por el cerebro consciente. En cambio, otras funciones como la respiración, la digestión, el bombeo y circulación sanguíneos… son involuntarias, porque si tuviéramos que regir voluntariamente las actividades del corazón, del hígado, etc, ello nos exigiría una concentración tan intensa que nos impediría procurarnos alimento o defendernos de depredadores. (Alguien decía que es más fácil pilotar un Jumbo que dirigir nuestro propio hígado.)
Pues bien, en cuanto a la memoria, si el acto de recordar y olvidar (grabar y borrar recuerdos respectivamente) fuese voluntario, ello sería muy inconveniente, pues entonces decidiríamos olvidar todos los recuerdos negativos o desagradables, lo que, en contra de lo que pueda parecer, pondría en serio peligro la supervivencia, ya que para los animales es vital recordar aquellas situaciones y lugares donde han sufrido ataques de depredadores o daños u otros peligros, a fin de evitarlos.
Y en cuanto a la excitación sexual, la evolución ha propiciado que sea una respuesta automática a determinadas situaciones (así, para los machos la detección de una hembra en celo), para propiciar que el apareamiento tenga lugar, de modo que, ante esta excitación visual u olfativa, se produce la respuesta sexual (erección del pene) de modo automático, sin concurso de la voluntad. ¿Por qué los humanos desearíamos que la erección se controlara de forma voluntaria? Bien, aquí lo que pasa es que nuestro cerebro es bastante más complejo que el de los animales y ello favorece que diversoss factores psíquicos (como tensión, estrés, nerviosismo, miedos, depresión…) puedan entorpecer esa respuesta sexual –erección- involuntaria y automatizada.
Qué sería de nosotros sin el profesor Veiga?
Bueno, profe Pabloveiga, pero para los gatillazos eréctiles está Boston Medical Group. Sexo es vida. Si tu vida sexual va bien, lo demás no importa.
Me parece bien que la medicina haga lo posible por mejorar la vida de la gente, pero creo que con la "genitalidad a toda costa" hay una especie de obsesión que precisamente dificulta la vivencia feliz de la sexualidad humana.
No tengo autoridad científica para apostillar al Sr. Veiga, pero creo que en el tema de la sexualidad animal no todo es tan simple como la erección automática que lleva incondicionalmente al apareamiento, pues en muchas especies sociales, incluidos simios, el único que se aparea (y lo hace con todas las hembras del grupo) es el macho dominante, y los demás machos se quedan a dos velas. Creo que esto puede estar en el origen de la homosexualidad, tan presente en el mundo animal (en contra de lo que antes solía decirse al calificarla de "contra natura"), pues la sexualidad entre machos es una manera de desahogar o apaciguar el impulso sexual entre aquéllos que, al no ser dominantes, no tienen acceso carnal con las hembras. O sea que en estos casos la homosexualidad sirve para cohesionar y pacificar el grupo.
Álvaro, no sólo no me importa que me apostillen sino que me encanta, y además estoy de acuerdo con lo que dices.
Está bien lo que decís sobre el origen de la homosexualidad masculina como alternativa al sexo-dominación del macho-alfa, que se lleva todas las hembras para él solo. A mí se me ocurre que la homosexualidad femenina puede venir también como reacción al sexo-dominación y sumisión que forzaba a las hembras a copular con el macho dominante y cuando a él le venía en gana, y entonces, estándoles vetada toda relación sexual con los demás machos, tenían que vivir su sexualidad libre sólo con otra hembra. Sin duda es una conjetura pero a mí me suena bien. Por cierto, he leído sobre la sexualidad de los bonobos, el simio más guay, al que todo le está permitido ya que vive el sexo recreativamente como un regalo de la naturaleza. Leed en la red (además vídeos muy buenos).
Quien busca donde no debe, encuentra lo que no quiere.
Si acaso tiras flechas
contra mi pecho,
fíjate adonde apuntas,
que tú estás dentro.
Ella me daba la mano y no hacía falta más. Me alcanzaba para sentir que era bien acogido. Más que besarla, más que acostarnos juntos, más que ninguna otra cosa, ella me daba la mano y eso era amor.
(BENEDETTI)
En su salón
Vicente Blasco Ibáñez
no tiene tele.
(CUQUI COVALEDA)
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