zUmO dE pOeSíA

zUmO dE pOeSíA
de todos los colores, de todos los sabores

ALEATORIUM: Saca un poema de nuestro almacén

Ver una entrada al azar

jueves, 5 de abril de 2012

La muerte (por Riszard Kapuscinski)

Está aquí al lado
anda por aquí
no para de dar vueltas
siempre en movimiento
con su propia lista de direcciones

Tiene un corazón fuerte
no se queja del cansancio
no se deprime
no tiene tiempo para la hipocondría

un dechado de salud

Tiene una vista perfecta
no se puede contar con que no se dé cuenta
tiene una memoria formidable
no hay que esperar que puede que se olvide

es aplicada
se concentra
es muy precisa

la perfección desde todos los puntos de vista.

8 comentarios:

David V. Gálvez dijo...

Bufffff, últimamente solo se os antojan versos tristes... Publicad para el descanso mental alguno alegre, que uno se pone por las noches en búsqueda de lecturas y acaba derrotado.

Posdata: perdón por el tono imperativo.

el bachiller Sansón Karrasko dijo...

Tienes razón, David, es mucho más abundante la poesía tristona que la alegre. ¿Son todos los poetas melancólicos por naturaleza? ¿Por qué será, si no?

Para compensar, unos versos de Gloria Fuertes, quizá un poco (aparentemente) naïfs pero alegres:

Me gustan los ríos, el sol, la playa.
Me gustan los libros, la amistad, la montaña.
Me chifla todo. ¡Estoy chiflada!

Anónimo dijo...

LO que pasa más bien es que la gente alegre y vitalista no se para a escribir poemas. Sale a la calle, se va de marcha y se divierte.

Aldonza Lorenzo dijo...


Ninguna ola vino ella sola.

ORáKULO dijo...


Cada vez que cometes un error, significa que había algo que necesitabas aprender.

Círculo Cultural FARONI dijo...

El verdadero coraje es la constancia.

(proverbio ruandés)

Cide Hamete Benengeli dijo...

Si te duele la cabeza

arrímate a mi cintura,

que tengo yo ahí un remedio

que todos los males cura.

Fuego de palabras dijo...

Mi madre aseguraba que una taza de ruibarbo



podía curarlo todo, hasta los males del amor.





Mi padre pensaba que un poco de dinero



era mejor que el ruibarbo y el amor



(además, podía comprar mucho más que eso).





Cuando yo tenía fiebre o estaba triste



ella me daba ruibarbo.



Mi padre me dejaba algunas monedas.





Cuando ella murió él se metió en su cuarto,



apagó la luz y sentí que lloraba bajito.



Jamás lo había visto hacer esas cosas



y el aire empezó a faltarme.





Toqué la puerta y cuando me abrió



dejé en su mano una moneda.

(JOHN JAIRO JUNIELES)