Ver una entrada al azar
Qué nostalgia infinita nos acecha
ahora que las ventanas sólo son
rectángulos vacíos de cristal y madera
contra la densa niebla de la tarde
y el otoño ha llegado
tras esa larga enfermedad que es el verano.
Qué pobre este ahorrar para luego
sin saber para cuándo,
y que las cosas ya no sean,
sólo sirvan,
y que se cierren puertas para siempre,
y marcharme
con lo que quise haber dicho entre los labios
y cruzar la avenida
cuando cambien a verde los semáforos.
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5 comentarios:
Bien, mis amiguitos melancólicos, estoy de acuerdo en que nos llevaremos cosas en los labios sin haberlas dicho, pero hay que intentar que sean las menos posibles, y sobre todo mientras estemos aquí, en esta callejuela retenidos con el semáforo en rojo, hay que intentar sacarle partido a la callejuela en cuestión. O sea, que menos melancolías y a pasarlo superbién.
Yo tenía viente años
y él me doblaba la edad.
En mis sienes había noche
y en las suyas madrugá
Yo me dejaba querer.
Amor me pedía, como un pordiosero,
y yo le clavaba,
sin ver que sufría, cuchillos de acero.
No me quieras tanto,
ni llores por mi;
no vale la pena
que por mi cariño
te pongas así.
Yo no sé quererte lo mismo que tú,
ni pasar la vida pendiente y esclava
de esa esclavitud.
No te pongas triste,
sécate ese llanto.
Hay que estar alegre.
Mírame y aprende.
No me quieras tanto.
De lo peor del mundo
yo sería capaz
con tal que el cariño
que tú me tuviste
volviera a empezar.
De osados y de tragones se llenan los panteones.
A menudo la fuerza de uno es sólo debilidad de los otros.
Buscamos en la lejanía causas que suelen estar muy cerca, en nosotros mismos.
(LICHTENBERG)
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