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domingo, 9 de diciembre de 2012

Por él avanzo (por Tomás Segovia)



De tan poco que pesas mi suelo se construye
Aun estando tú lejos el amor me rodea
Aunque duerma sin ti duermo en tu lecho
No tengo yo tu amor por él avanzo
En él se pone triste esta tristeza
De tan poco que pesas es tuyo todo el suelo
Tu amor tan fácil de llevar me empuja
Tus delicados labios gobiernan hondas zonas
De quién somos si tú te llamas mía
Fue hecho para ti este ser que tus manos
tan seguras de qué tocaban han tocado

7 comentarios:

tERESA pANZA dijo...

Manos que trabajan no son manos, sino alhajas.

casa de citas dijo...

Donde se pierde el interés, también se pierde la memoria.

(GOETHE)

Círculo Cultural FARONI dijo...

Tengo días grises y momentos negros. No soy feliz.
A pesar de todo, no conozco a nadie con quien quisiera cambiarme;
el corazón se me encoge al imaginar que yo pudiera ser tal o tal otro de mis conocidos.
No, no quisiera ser ninguna otra persona.

(HJALMAR SÖDERBERG)

ORáKULO dijo...


Una cosa no es su no-contrario. Alto no es no-bajo. Generosidad no es no-avaricia. Nada debe definirse negando otra cosa.

Cide Hamete Benengeli dijo...


A tu madre en el moño

échale arena,

pa que yo pueda hablarte

mientras se peina.

tERESA pANZA dijo...


A la mujer y al aguardiente, hay que entrarles de repente.

Fuego de palabras dijo...

Llamo y oigo tu voz
en el contestador
semanas después de tu muerte,
un pichón de fantasma que todavía extraña
los mensajes humanos.

¿Te dejo uno, contándote
que la trama de nuestra vida
se había rasgado antes
pero que esta rotura repentina no
va a ser fácil ni rápida de arreglar?

En tu casa, que se vacía, los demás
enrollan alfombras, empaquetan libros,
toman café en tu mesa antigua,
y escuchan los mensajes que dejaste
en una máquina embrujada

por el timbre de tu voz,
más palpable que las fotos
o las huellas digitales. Este primer día
de este primer otoño sin ti,
avergonzada y resistiéndome

pero incapaz de contenerme, vuelvo a marcar
el número que conozco de corazón,
en un mundo menguado agradecida
por la piedad accidental de las máquinas,
escucho y cuelgo.

(Linda Pastan)