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domingo, 30 de diciembre de 2012

Tener que elegir (por Philip Larkin)

No, nunca he encontrado un lugar
del que pudiera decir
Esta tierra es mía,
Aquí debería quedarme;
Tampoco he conocido a ese alguien especial
que de inmediato me exigiera
todo lo que es mío
hasta mi nombre.

Encontrar algo así parece probar
que no quieres tener que elegir dónde
echar raíces, o a quién amar;
Les pides que te echen fuera
irrevocablemente,
de modo que no sea tu culpa
si la ciudad se vuelve monótona
y la muchacha una estúpida.

Con todo, incluso perdiéndolas
quedas obligado a actuar
como si lo que te tranquilizara
de hecho, te destrozara.
Así que será más sabio que dejes
de pensar que aún podrías hallar
lo que hasta ahora no has llamado
tu mujer, tu lugar.


10 comentarios:

Cide Hamete Benengeli dijo...

Dicen que son 24
las horas que tiene el día.
Si tuviera 27,
tres horas más te querría.

hAiKu dijo...

Sobre los saurios,
los simios, los humanos…
ella, la Luna.


(CUQUI COVALEDA)

Cide Hamete Benengeli dijo...


Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia.

(KARL MARX)

Dimes Y Diretes dijo...


Por no hacerlo de menos,
lo dejo aquí tal cual:
el llanto del rocío sobre la telaraña.

(VICENTE GALLEGO)

TóTUM REVOLúTUM dijo...


Al buen actor no se le nota que está actuando, porque en eso consiste actuar.

tERESA pANZA dijo...

La mejor inyección, la de tinto con jamón.

Círculo Cultural FARONI dijo...

Quien puede andar, puede bailar.
Quien puede hablar, puede cantar.

(proverbio tanzano)

hAiKu dijo...


Garcia Lorca
yace bajo columpios
y toboganes.

(CUQUI COVALEDA)

casa de citas dijo...


La confusión de lo real con lo ideal nunca queda impune.


(GOETHE)

Fuego de palabras dijo...

Los labradores con la cabeza desnuda
veían quemar el bosque.
Tapábanse los pechos las encinas vírgenes.
Ardían de rodillas los robles apóstoles.

Matías dijo: Nos quitan nuestra tierra.
Pájaros carpinteros, vendrán los telegramas
a fabricar sus nidos con briznas de letras.
¡Pisarán nuestro campo los postes sargentos!
No más sor encina, no más fray manzano.

El patojo Tomás, con su cesto de lunas,
hundió su puño cerrado en el ocaso.

Los labradores regresaron al pueblo
pinchando con sus trillos la pechuga del cielo.

Corrieron las madres a encuadrarse en los quicios
anudándose al cuello un pañuelo de angustia.
Y se tumbó llameando el bosque paternal
con un mugido de res moribunda.

Hasta después de muchos días
los ojos colorados del incendio
siguieron asomándose a los vidrios
y ensangrentando el pan en las casas del pueblo.

(CARRERA ANDRADE)