sábado, 16 de marzo de 2013
Pura lascivia (por Wislawa Szymborska)
No hay peor lujuria que pensar.
Es pura lascivia que se propaga como hierbajo anemófilo
por los parterres reservados a las margaritas.
Nada hay sagrado para quienes piensan.
Con descaro llaman a las cosas por su nombre,
elaboran análisis disipados y síntesis concupiscentes,
se entregan a la salvaje y libertina persecución de la verdad desnuda,
al toqueteo libidinoso de temas delicados,
al roce de opiniones. Y se quedan tan anchos.
A la luz del día o al abrigo de la noche,
se juntan en parejas, triángulos y círculos.
No importan sexo ni edad de los integrantes.
Les brillan los ojos, les arden las mejillas.
El amigo pervierte al amigo.
Hijas depravadas corrompen a sus padres.
El hermano celestinea con su hermana menor.
Les apetecen otros frutos,
los del árbol prohibido de la ciencia,
y no las nalgas rosadas de las revistas en color,
ni la pornografía al uso, ingenua en el fondo.
Les divierten los libros sin estampas,
con único interés: ciertas frases
subrayadas a uña o a lápiz rojo.
¡Qué espanto!¡En qué posturas,
y con qué escabrosa simplicidad
se deja una mente fecundar por otra!
No constan ni en el mismo Kamasutra.
En estas citas sólo el té está caliente.
La gente se sienta, mueve los labios.
Cruza las piernas, pero cada cual las propias.
Así, un pie descansa en el suelo,
y el otro, el libre, se columpia en el aire.
Sólo de vez en cuando alguien se levanta,
se acerca a la ventana
y por una rendija de la persiana
fisga la calle.
Es pura lascivia que se propaga como hierbajo anemófilo
por los parterres reservados a las margaritas.
Nada hay sagrado para quienes piensan.
Con descaro llaman a las cosas por su nombre,
elaboran análisis disipados y síntesis concupiscentes,
se entregan a la salvaje y libertina persecución de la verdad desnuda,
al toqueteo libidinoso de temas delicados,
al roce de opiniones. Y se quedan tan anchos.
A la luz del día o al abrigo de la noche,
se juntan en parejas, triángulos y círculos.
No importan sexo ni edad de los integrantes.
Les brillan los ojos, les arden las mejillas.
El amigo pervierte al amigo.
Hijas depravadas corrompen a sus padres.
El hermano celestinea con su hermana menor.
Les apetecen otros frutos,
los del árbol prohibido de la ciencia,
y no las nalgas rosadas de las revistas en color,
ni la pornografía al uso, ingenua en el fondo.
Les divierten los libros sin estampas,
con único interés: ciertas frases
subrayadas a uña o a lápiz rojo.
¡Qué espanto!¡En qué posturas,
y con qué escabrosa simplicidad
se deja una mente fecundar por otra!
No constan ni en el mismo Kamasutra.
En estas citas sólo el té está caliente.
La gente se sienta, mueve los labios.
Cruza las piernas, pero cada cual las propias.
Así, un pie descansa en el suelo,
y el otro, el libre, se columpia en el aire.
Sólo de vez en cuando alguien se levanta,
se acerca a la ventana
y por una rendija de la persiana
fisga la calle.
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5 comentarios:
Ay, Wislawa, ¿en qué lupanar, en que madrasa, corte, corrala o lazareto te habrás hecho sabia en esas lujurias?
Frecuentaba yo algunos de esos antros, más no me enseñaron ese dulce Kamasutra, ni a cruzar las piernas con galanura. Como tú. Lo cierto es que tampoco me sonrojo, y siento cierto morbo sado-maso cuando pienso en las hijas depravadas.
No hay espanto en esta común escabrosidad.
senecio= wislava,wislava/ me gustaría ser yo quién se la clava
El que muere sin probar
la gracia de una morena
se va derechito al cielo
sin saber lo que es canela.
Dos recuerdos tengo yo,
uno alegre y otro triste:
el beso que di en tus labios
y el guantazo que me diste.
Sujétate
Agárrate como un árbol a la tierra
tenso entre sus raíces
fibra y cuerpo
para lo difícil
los vientos
la precariedad
el beso de lunas
Asiéntate con fervor
entre lo duro y lo rocoso
ama eso que te debate
pues te concentra
en el secreto
del íntimo horror
la palabra de la tierra.
(HANNI OSSOTT LIPFERT)
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