los silbatos de las locomotoras, el estrépito de los enganches,
un mendigo cojo, con una gorra y monedas de cobre,
bajo un arbusto de lilas florecientes,
una ciudad de postigos con corazoncitos y de calles arenosas,
blanca por la mañana, amarilla de día y azul de noche,
con su peluquero, su loco, su bazar de mostradores húmedos y roñosos,
que huelen a melón,
Dios mío, con la vida pecosa y taheña
de dos gemelos tras una cerca destartalada,
desde el jardín un sonido límpido, de aprendiz,
de un futuro primer violín,
con un nudo en la garganta,
quizá sea la mía, pero yo no me veo,
con una parienta lejana, una muchacha blanca y flaca
sobre un platillo de pendientes de cerezas,
con un punzante sentimiento incestuoso
hacia ella, con una dulzura infantil,
con el aire cálido, vacío,
como un aula en tiempo de vacaciones,
con un señor que bromea todo el rato
y bailotea, y al cabo de diez años,
Dios mío, morirá y se olvidará de todo,
y al cabo de veinte más, resucitará en la última estrofa.
7 comentarios:
taheño, ña.
(Quizá del ár. hisp. mata ḥínna, [teñido] de alheña).
1. adj. Dicho del pelo: Rojo.
2. adj. Que tiene el pelo o la barba rojos.
..............
¿No sería mejor traducir "pelirrojo"?
Son los enamorados
burros de noria
que dan vueltas y vueltas
tras de su novia.
La lógica es la asesina de la pasión.
La conciencia es a la vez testigo, fiscal y juez.
Un hombre pisa
la Luna y Julio Verne
no puede verlo.
(CUQUI COVALEDA)
Lo ocurrido con Galileo demuestra que una verdad sigue siendo una verdad aunque sólo la defienda una persona frente a una multitud que se opone.
Sandra hace el vuelo Londres-Palma de Mallorca. Apenas 1 hora en la que el giro de la Tierra se congela. Hojea la revista British Airways News. Reportajes de vinos Ribeiro, Rioja, las últimas arquitecturas high-tech en Berlín, ventas por correo de perlas Majorica. Sobre una foto de una playa del Caribe le cae una lágrima, pero no por culpa de la playa, ni del Caribe, ni de la gravitación que les es propia a las lágrimas. Mira por la ventanilla, lleva los ojos al frente. Ni nubes ni tierra. Constata lo que ya sabía: en los aviones no existe horizonte.
(FERNÁNDEZ MALLO)
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