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jueves, 6 de agosto de 2015

Horóscopo para un tirano olvidado (por Ángel González)


Ni Mars

ni Venus:

sólo

Marte de carnaval,

sórdido Eros de café cantante,

con chistera al prostíbulo,

recién besada la mano de la reina.


En la tribuna,

presidiendo el desfile,

tu pecho rutilante de medallas y cruces

brilla como una noche constelada:

noche que alberga todas las traiciones.


Pero tú no podrás, no:

no pudiste.


Otro vendrá después que te hará bueno.


Asesino platónico,

tu idea

del crimen

será soberbiamente realizada,

y el desprecio

-el Norte de tus actos-

desde otra boca azuzará a la muerte

con más saña que tú y mejor fortuna.


Muere tranquilo y solo, desterrado,

si acaso te consuela saber esto:

En nuestros días

pocas veces los hombres su destino merecen;

también los justos que te combatieron

han de morirse desterrados, solos.

9 comentarios:

F. dijo...

Amigos de Zumo; echo de menos que hagáis comentarios sobre el poema de cada día, como era habitual en tiempos no lejanos... Sin ir más lejos, este de Ángel González bien merece una palabra cómplice, receptiva, evocadora, receptiva.
Disculpadme la alegre intromisión en los alcázares de vuestra voluntad.

Agridulce dijo...

Lleva razón el señor F. ¿Qué sentiría el tiranuelo Hitler antes de pegarse el tiro? Puede que algo así como: Vaya tío de mierda que he dido. Tanto hacer sufrir y para nada. Si es que encima ni siquiera he sido mínimamente feliz. Mi lucha, mein kampf, resultó ser esta mierda.

F. dijo...

Hola, Agri. No creas, Hitler -como todo megalómano o baturro que va por el carril de la autopista contrario al que debiera- pensaba que llevaba razón y que los que se equivocaban eran los demás. Si has visto la magnífica "El hundimiento", advertirás que hasta el último momento echaba la culpa de la derrota a sus subordinados, acusándolos de traición o, por lo menos, de ineptitud. Aquí, en este país nuestro, hay bastante gente que echa de menos a un dictador que meta en vereda a los que protestan porque comen poco, trabajan menos y se desesperan mucho. Fíjate que, en algunas ciudades y pueblos, para que apeen las placas del callejero que llevan el nombre del autócrata hace falta poco menos que mandar a la fuerza pública..., tal que si fuera para hacer cumplir con el desahucio de una familia de indigentes.

Pablo M dijo...

Ya nadie se acuerda y además casi nadie se quejaba, pero las monedas con la efigie de Franco siguieron en circulación en España hasta el año 2002, y con pleno curso legal. "Caudillo de España por la gracia de Dios". El gobierno (del PSOE) lo admitía y no hizo nada para retirarlas. Los turistas extranjeros alucinaban al verlo. Solo se retiraron cuando la peseta se sustituyó por el euro.

F. dijo...

Los gobiernos del PSOE, Pablo, permitiron eso y mucho más; su cobardía y contemporización con el Poder (el verdadero: el de los bancos, el de los USA, el de la ologarquía indígena y foránea) llevó a que no impusieran los mínimos de decencia de una democracia regular. Permitieron que los muertos siguiesen en las cunetas, dejaron que se incumpliese la ley de la memoria histórica, llenaron de privilegios a una Iglesia que los apuñalaba por la espalda, se echaron en manos de los bancos (es ejemplar el indulto zapateril al gerifalte del Santander) y renunciaron a cualquier signo de identidad con el viejo PSOE. Un ejemplo: en Oviedo siguió en pie el monumento a Franco (erigido tras su muerte, único caso en la nación) durante los ocho años de mandato municipal "socialista" (Masip, el alcalde de entonces, era un personaje perfectamente intercambiable con cualquier derechista "moderado", además de un bon vivant reconocido).
Y de cobardía en cobardía, de concesión en concesión, fueron dejando jirones de prestigio y de identidad, hasta ser hoy ese engendro irreconocible, al que debemos, además, que con sus desastrosos gobiernos haya dado paso a la pesadilla que hoy estamos viviendo.
Así de claro, así de fácil de entender.

Aldonza Lorenzo dijo...

Desde los tiempos de Adán, unos calientan el horno y otros se comen el pan.

hAiKu dijo...


Al norte al sur
al este y al oeste
está tu ausencia.

(CUQUI COVALEDA)

ORáKULO dijo...

Los mejores planes no se planean.

Lloviendo amares dijo...

El patrón Vasques. Siento, muchas veces, inexplicablemente, la hipnosis del patrón Vasques. ¿Qué es para mí ese hombre, salvo el obstáculo ocasional de ser el dueño de mis horas, durante un tiempo diurno de mi vida? Me trata bien, me habla con amabilidad, salvo en los momentos bruscos de preocupación desconocida en que no habla bien a alguien. Sí, ¿pero por qué me preocupa? ¿Es un símbolo? ¿Es una razón? ¿Qué es?
El patrón Vasques. Me acuerdo ya de él en el futuro con la nostalgia que sé que he de sentir entonces. Estaré tranquilo en una casa pequeña de los alrededores de algo, gozando de un sosiego en el que no haré la obra que no hago ahora, y buscaré, para continuar el no haberla hecho, disculpas diferentes de aquella en que hoy me esquivo a mí mismo. O estaré internado en un asilo de mendigos, feliz por la derrota completa, mezclado con la ralea de los que se creyeron genios y no fueron más que mendigos con sueños, junto con la masa anónima de los que no tuvieron poder para triunfar ni renuncia generosa para triunfar al revés. Esté donde esté, recordaré con nostalgia al patrón Vasques, a la oficina de la Calle de los Doradores, y la monotonía de la vida cotidiana será para mí como el recuerdo de los amores que no tuve, o de los triunfos que no habrían de ser míos.
El patrón Vasques. Veo hoy desde allí, como le veo hoy desde aquí mismo — estatura media, achaparrado, ordinario con límites y afectos, franco y astuto, brusco y afable—, jefe, aparte su dinero, en las manos peludas y lentas, con las venas marcadas como pequeños músculos coloreados, el pescuezo lleno pero no gordo, los carrillos colorados y al mismo tiempo tersos, bajo la barba oscura siempre afeitada a tiempo. Le veo, veo sus ojos de vagar enérgico, los ojos que piensan para dentro cosas de fuera, recibo la perturbación de su ocasión en que no le agrado, y mi alma se alegra con su sonrisa, una sonrisa ancha y humana, como el aplauso de una multitud.
Será, tal vez, porque no hay cerca de mí una figura más importante que el patrón Vasques por lo que, muchas veces, esa figura vulgar y hasta ordinaria se me enreda en la inteligencia y me distrae de mí mismo. Creo que hay símbolo. Creo o casi creo que en alguna parte, en una vida remota, este hombre fue en mi vida algo más importante que lo que es hoy.

(PESSOA)