La hierba se me hace raramente alta,
tumbado con la nariz pegada a la tierra.
Si me doblo hacia abajo hasta donde puedo,
mi mundo se hace enorme.
Bajo los verdes portales puntiagudos
me detengo. Aquí me quedaré.
No me atrevo a perderme en la oscuridad brillante.
No me atrevo a perderme entre las briznas.
Dentro de los vestíbulos alboreantes de las briznas
hay una voz que se despierta y llama
en un ascendente: ¿vienes, vienes ahora,
vienes, vienes, vienes ahora,
ahora tú?
Y como respuesta
dentro de mí suena,
sorprendente, una voz clara como la de un niño:
¡No, todavía no! ¡No, todavía no!
Pero cuando haya pasado mi locura,
cuando mis sueños de grandeza hayan pasado,
entonces iré, entonces iré,
seré entonces pequeño y lo bastante feliz.
6 comentarios:
A veces en la toalla tumbado un solo paño de pocos milímetros nos separa de la arena, la tierra, la Tierra, el mineral que seremos después como lo fuimos antes: carbono, nitrógeno, azufre, calcio... Esos granitos de piedra dispuestos y ordenados con forma de extremidades, tronco y cabeza. Pero es bueno saber que Mamá Tierra está ahí esperándonos con sus brazos de roca abiertos y entrañables. Todavía no pero dentro de un rato voy contigo.
Ninguna causa limpia puede defenderse con medios sucios.
Cuando un territorio quiere comer aparte, generalmente quiere comer más.
Sólo los jinetes malos manejan el potro a palos.
Dios creó a los economistas para hacer buenos a los meteorólogos.
(SAMUELSON)
A mí no me obliga nadie
a decir una mentira.
Bastantes digo a diario,
y eso que nadie me obliga.
Publicar un comentario