domingo, 15 de mayo de 2016
Habitan dos (por Sarel Jacob Pretorius)
En esta celda,
detrás de las fronteras
de la piel
y de las elevadas
ventanas de los ojos
habitan dos personas:
uno es el loco,
yo soy el otro.
Él es el que gimotea y grita,
yo soy un alma miedosa y taciturna.
En las descarnadas horas de la noche
lucho contra él con menos menos fuerzas,
y cada vez que me vence, proclama furioso
su rabia contra Dios y contra el mundo.
En este pequeño recinto
de carne y hueso
viven dos: uno
es el loco,
yo soy el otro.
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7 comentarios:
No te fíes de las apariencias, pues de las nubes más negras cae agua limpia.
Todas las ventajas tienen inconvenientes.
Mozart jamás
aprende a conducir
en la autoescuela.
(CUQUI COVALEDA)
Cuando la noche se desmenuza en lentos pájaros
y los días ya no ofrecen ninguna alternativa
hay que cesar de vivir, sin demora y sin ruido
la nada nos ofrece una paz relativa
a menos que imaginemos que viviremos de nuevo
revivir sin conciencia, que nuestros átomos idiotas
repetitivos y redondos como las bolas de lotería
se recombinarán como páginas de un libro
escrito por un cabrón
y leído por cretinos.
(HOUELLEBECQ)
El vendedor de abanicos se abanica con las manos.
(proverbio chino)
mientras alguien
siga sintiendo vergüenza de este mundo
no está todo perdido
(RIECHMANN)
Ellos dicen "mío"
de todas las cosas, tan pacientes.
Son como el viento que roza las ramas
y que dice: mi árbol.
Apenas notan cómo
cuanto coge su mano, se pone incandescente:
así que ni en su borde más externo
podrían sujetarlo sin quemarse.
Dicen "mío", como uno que
llamara amigo al príncipe, al hablar con labriegos,
si ese príncipe es grande y está muy lejos.
Dicen "mío" de los externos muros
pero no conocen nada del dueño de la casa.
Dicen "mío" y lo llaman propiedad,
cuando todo a lo que ellos se acercan se cierra,
igual que un charlatán
llama "míos" al sol y a los relámpagos.
Así dicen: mi vida, mi mujer,
mi perro, mi hijo, y saben, sin embargo, muy bien
que todo: mujer, vida, perro y niño,
son extrañas imágenes que palpan,
ciegos, con manos extendidas.
Certidumbre, en verdad, sólo hay para los grandes,
los que anhelan ver. Pues los otros
no quieren oír que su caminar mísero
no se integra con nada de lo de alrededor,
y que, apartados de sus bienes,
sin ser reconocidos por su propiedad, poseen
tan poco a la mujer como a la flor,
que tiene una vida ajena para todos.
(RILKE)
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