Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me consolaba
y estaba segura, como yo,
de que habían muerto todos.
Me acostumbré a la idea de saberlos callados
bajo la tierra.
Al comienzo me pareció duro entender
que mi abuela no trae canastos de higo
y se aburre debajo del mármol.
En el invierno
me tocaba visitar con los demás muchachos
el bosque ruinoso,
sacar pequeños peces del río
y tomar, escuchando, un buen trago.
No recuerdo con exactitud
cuándo empezaron a morir.
Asistía a las ceremonias y me gustaba
colocar flores en la tierra recién removida.
Todos han muerto.
La última vez que visité el pueblo
Eglé me esperaba
dijo que tenía ojeras de abandonado
y le sonreía con la beatitud de quien asiste
a un pueblo donde la muerte va llevándose todo.
Hace ya tiempo que no voy al poblado.
No sé si Eglé siguió la tradición de morir
o aún espera.
7 comentarios:
Mejor no enterarse de que la gente que nos importa muere. Mejor creerlos ausentes y lejanos pero (aunque sea por ignorancia) persistentemente vivos, residentes aún en la Tierra.
Vive y te espera. Por los cantiles del cañon de Peñafura bajaron hombres y mujeres de piel oscura, magros de carnes y ojos afiebrados. Manteos blancos, tubantes añil, túnicas rayadas, las sandalias rotas, ni daga en el tahalí ni flechas en la aljaba.
Tomaron un ribazo junto a una gravera del río seco. Abrieron los fardeles, hicieron que comían. La ruina del molino sirvió de cobijo a las preñadas, a los heridos, a los ancianos moribundos. Hicieron fuego de carrizos, de sarmientos, de ramas que puso en seco la última crecida.
Eso fue en otoño de hace cuatro años. Ahora viven cientos.
(A Cuqui Covaleda)
Gracias, amigo F.
Pasa una bala
cada día silbándonos
en los oídos.
(RAPHAEL BALDAYA)
Partir
es siempre partirse en dos.
(PERI ROSSI)
La santa Ausencia.
El sagrado No-Ser.
La diosa Nada.
(RAFAEL BALDAYA)
Dar produce más felicidad que recibir porque en el acto de dar está la expresión de nuestra vitalidad.
(FROMM)
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