Ora un jirón de viento, en un aire más alto, azotaba, y el agua ondeaba en sonido y pasaba unas manos rápidas por la ventana; ora con un sonido sordo sólo hacía sueño en el exterior muerto. Mi alma era la misma de siempre, entre sábanas como entre gentes, dolorosamente consciente del mundo. Tardaba el día como la felicidad: a aquella hora parecía que también indefinidamente.
¡Si el día y la felicidad no llegasen nunca! Si esperar, cuando menos, pudiera ni siquiera tener la desilusión de conseguir...
El ruido casual de un carro tardío, saltando áspero sobre las piedras, crecía desde el fondo de la calle, hacia el fondo del vago sueño que yo no conseguía del todo.
Batía, de cuando en cuando, una puerta de la escalera. A veces había un chapotear líquido de pasos, un rozar por sí mismas de ropas mojadas. Una u otra vez, cuando los pasos eran más, sonaba alto y atacaban. Después, el silencio volvía, con los pasos que se apagaban, y la lluvia continuaba innumerablemente.
En las paredes oscuramente visibles de mi cuarto, si abría yo los ojos del sueño falso, flotaban fragmentos de sueños por hacerse, vagas luces, trazos oscuros, cosas de nada que trepaban y bajaban. Los muebles, mayores que de día, manchaban vagamente el absurdo de la tiniebla. La puerta era indicada por algo ni más blanco ni más negro que la noche, pero diferente. En cuanto a la ventana, yo sólo la oía.
Nueva, fluida, variable, la lluvia sonaba. Los momentos se retrasaban ante su sonido. La soledad de mi alma se ensanchaba, se arrastraba, invadía lo que yo sentía, lo que yo quería, lo que yo no iba a soñar. Los objetos vagos, participantes, en la sombra, de mi insomnio, pasaban a tener lugar y dolor en mi desolación.
5 comentarios:
Hay que leer a Pessoa alternándolo con otras lecturas. Si no, es angustioso. Quizá por eso inventó heterónimos más alegres, como Caeiro o Reis: para descansar de Álvaro y de Soares. Para equilibrar y contrapesar. Para compensar y compensarse.
Era Fernando
-fingiéndose Pessoa-
otro heterónimo.
No entendemos el universo porque no habla en terrícola.
Amanece entre los objetos de la habitación
resurgiendo los contornos, eclipsados
en riguroso orden temporal
y todo vuelve a tener forma
incluso yo.
(DANIEL HORMEÑO)
Hola, Dani. Qué alegría leerte.
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