Cruzamos el arroyo
y mi caballo bebe
en sus frías aguas otoñales.
El viento corta como un cuchillo.
Sobre el desierto de arena se pone el sol,
y a través de la llanura
se pueden ver ensombreciéndose
las murallas de Ling-Tao.
Recuerdo las batallas antiguas
libradas detrás de este largo muro,
en los cientos de combates
que los hombres contaron orgullosamente
con los labios,
cuentos que se han desvanecido
en el polvo amarillo del tiempo.
Y ahora la antigüedad es una polvareda
que sopla de vez en cuando sobre los pastos
y los insepultos y blanqueados huesos.
3 comentarios:
Cenizas de todas las guerras, batallas y combates; polvareda de matanzas humanas en todos los caminos del planeta.
Todos tenemos el poder de hacer daño. Por suerte, no todos lo ejercen.
El mismo abrigo
del invierno pasado.
¿Y el mismo tú?
(RAPHAEL BALDAYA)
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