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domingo, 25 de febrero de 2018

La espina (por Tadeusz Różewicz)


no creo

no creo desde que abro los ojos

hasta cerrarlos

no creo desde una orilla

hasta la otra

de mi vida

no creo

con la misma profundidad

con que mi madre

creía

no creo

al comer pan

al beber agua

al amar un cuerpo

no creo

en sus templos

en sus curas en sus signos

no creo

al pasar por la calle de una ciudad

por el campo

bajo la lluvia en el aire

dentro del resplandor

de la anunciación

leo sus parábolas

rectas como la espiga del trigo

y evoco a un dios

que no sabía reír

pienso

en un dios

pequeño y sangrante

que yace

en los blancos lienzos de la infancia

pienso

en una espina que desgarra

nuestros ojos nuestras bocas

ahora

y en la hora de la muerte



4 comentarios:

cajón desastre dijo...


Llevo encima las heridas de todas las batallas que he evitado.

(PESSOA)

Lloviendo amares dijo...


Quiero verme a mí misma en el espejo. Lo que más me gustó en el mundo fue el agua: beberla, mirarla, imaginarla. En este vaso la tengo presa, aunque esté mezclada con otra cosa menos pura. Me acercaré a besarte, espejo. Qué fresca, qué incontaminada, qué parecida a nadie eres. Pego mis labios a tus labios como si nadie pudiera separarnos jamás. Todas las fotografías son espejos de lo que fuimos, pero no de lo que somos ni de lo que seremos. Deja que me mire. Soy lo único que no conozco. Voy a beber algo mejor que la vida. Por suerte ya sé todo lo que no soy yo. Me acercaré al espejo. Quiero besarme. Nada me impedirá besarme. Nada me impedirá arrodillarme. Tu boca, espejo, es fresca como el agua. Me da miedo. No existe la distancia que nos separa, ni el frío helado de tu superficie lisa. Voy a morir ahora mismo. Me desvestiré, y quedaré desnuda. Totalmente desnuda. Si alguien se acerca, que se vaya y me deje sola bajo la mirada mía que pronto se terminará. Qué extraño ruido. ¿De dónde proviene? Lo oigo venir desde arriba, como si algo se estuviera rompiendo. Hace tanto que vengo a esta casa y nunca lo he oído. ¿Los ratones se habrán metido detrás del espejo? O bien algo se está despegando en esta mole gigantesca. ¿Por qué te tengo tanto miedo, espejo, si antes no te temía? Antes me acercaba, ahora me alejo. ¿Me vas a matar? ¿Te atreverás? Moriré bajo tus cristales. Me arrodillaré a tus pies. Me taparé la cabeza con mis brazos para no ver caer tu cascada de vidrios. Qué porquería eres. Me buscaré a mí misma en todos tus pedazos: un ojo, una mano, un mechón de pelo, mis pies, mi ombligo, mis rodillas, mi espalda, mi nuca tan querida, nunca podré juntarlos.
—Poca voz me queda. Los que me buscan son las alimañas, los ratones, el polvo. La muerte de una persona no es igual a la muerte de un espejo. No creí tener esta suerte de morir contigo.

(SILVINA OCAMPO)

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.) dijo...

Necesitamos llegar a adultos para entender que los adultos no existen: que sólo hay niños crecidos, niños y niñas entrados en años.

ORáKULO dijo...

El mayor fracaso de un escritor no es que su obra no se lea, sino que alguien, tras empezar a leerla, deje a medias su lectura.