viven las redes de los pescadores del Mar Extravío.
En el manantial de tus ojos
mantiene el mar su promesa.
Aquí arrojo,
corazón que moró entre los hombres,
de mí los vestidos y el brillo de un juramento:
Más negro en lo negro, estoy más desnudo.
Sólo desavenido soy fiel.
Yo soy tú cuando yo soy yo.
En el manantial de tus ojos
surco y sueño pillaje.
Una red atrapó una red:
nos separamos abrazados.
En el manantial de tus ojos
un ahorcado estrangula la cuerda.
5 comentarios:
Sinceramente no creo que haya otro blog con m@s belleza que este por centimetro cuadrado. GRACIAS!
Por tus dos ojos
navegar, naufragar
y hundirme en ellos.
Hablen otros de los extensos reinos de la sal;
de los imperios donde la sangre no se pone;
de los finisterres que cruzaron
gloriosos ejércitos anunciadores de lágrimas,
hablen de fragatas tajando océanos cada vez más grandes,
que a mí me bastan
los centímetros de su boca,
sus pequeñísimos dedos,
sus pupilas microscopias,
y también su nariz:
donde ella pisa está mi patria,
donde ella mira mi mapamundi;
en su cuerpo encuentro todos los lugares.
(NEORRABIOS@)
Discute a gritos
en medio de la calle
con un teléfono.
(MUNÁRRIZ)
Oh Maga, en cada mujer parecida a vos se agolpaba como un silencio ensordecedor, una pausa filosa y cristalina que acababa por derrumbarse tristemente, como un paraguas mojado que se cierra. Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de la Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos fríos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque.
(CORTÁZAR)
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