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jueves, 3 de enero de 2019

Me llevaban con ellos (por Carlos Barral)


Porque conocía el nombre de los peces,
aun de los más raros,
y el de los caladeros, y las señas
de las lejanas rocas submarinas,
me dejaban revolver en las cestas,
tocarlos uno a uno, sopesarlos,
y comentaban conmigo abiertamente
las sutiles cuestiones del oficio.
Porque entendía de nudos y de velas
y del modo de armar los aparejos,
me llevaban con ellos muchas veces;
me regalaban el quehacer de un hombre.
Sentía con orgullo
enrojecérseme las manos al contacto del cáñamo,
impregnarme
un fuerte hedor a brea y a pescado.
Sabía casi todo de aquella vida simple,
de aquel azar diario y primitivo.

Sólo que aquella ciencia era lujosa.
No supieron contarme
o no pude entender cómo era aquello
en los días peores, las amargas
semanas de paciencia,
cuando el viento del norte
roe las entrañas y se harta la pupila
de escudriñar los cielos,
en los días confusos,
cuando el mar de borrosos contornos
es sólo como un cascote de vidrio
semienterrado en el fango,
un desagradable incidente o una trampa
para los que pasan corriendo
ciegos bajo la lluvia.



4 comentarios:

Isidoro Capdepón dijo...

Nada es igual visto desde fuera que vivido por dentro.

ORáKULO dijo...

La ignorancia está menos lejos de la verdad que el prejuicio.

TóTUM REVOLùTUM dijo...

Los huevos, si son sabios, no se pelean con las piedras.

(proverbio chino)

Dimes Y Diretes dijo...

Lo intraordinario es extraordinario.

(RAFAEL BALDAYA)