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lunes, 28 de enero de 2019

Se llaman Descubrimiento (por Ciaran Carson)


Sucedió por una manzana. 

Estábamos en un mercado, luz solar y lloviznas de agosto parpadeaban a través del techo acristalado sobre un barril de manzanas, verdes con un rubor rojizo, el rocío aún parecía relucir sobre ellas. 

Tomaste una.

Pruébela y vea señorita, dijo el vendedor. 

Asentiste, y mordiste la pulpa crujiente. 

Sentiste el jugo explotar en tu boca, al igual que yo cuando me la pasaste para la segunda mordida.

Se llaman Descubrimiento, dijo el vendedor, una muy buena manzana para comer. 

Compramos una libra de ellas, algo de vino y queso, y acudimos al campo, donde hicimos un picnic junto a un arroyo.

Me ofreciste una Descubrimiento. 

Esta vez pude sentir tu boca a través del jugo. 

Mordida a mordida, hasta que la terminamos como uno. 

Tiramos el centro.

Luego nos preguntamos cosas que nunca nos habíamos preguntado antes.


3 comentarios:

indecible dijo...

Toda fruta que se muerde tiene algo de inaugural. Nadie la probó antes. Festival de dulzor, de olor, de vegetal carnosidad. ¿Cómo pudo surgir algo así de la amarga y reseca tierra? (¡Mira lo que ha hecho el árbol para ti, para mí, para nosotros!).

DaniPovedano dijo...

MANZANA

Palabra que se sabe en honor a quién se dice así : a un botánico romano llamado Mattius.
MANZANA: Del latín mattiāna ("de Mattius"), por la variedad de este fruto bautizada en honor al agrónomo y botánico romano Caius Mattius.

Caius Mattius fue un botánico romano que vivió y murió en el siglo I a. de C. Experto en agricultura, perfeccionó la técnica de los injertos llegando a crear una variedad frutal que tomó su nombre y se denominó 'mala mattiana', que por los caprichosos desgastes propios de las lenguas habladas, pasó a ser 'maÇana' y después manzana. Esta manzana creada por el agrónomo Mattius fue desde entonces fruta de gran prestigio e incontables referencias.

casa de citas dijo...

Yo no tengo obra, lo mío es un conjunto de textos dispersos; pero eso no es una obra. Además, yo no estoy seguro ni de mi propia vida, que es un hecho casual, o circunstancial, como cualquier otra cosa: ni de mi existencia estoy seguro. Yo no sé nada, no estoy seguro de nada… Soy tan ignorante que ni siquiera sé la fecha de mi muerte.

(BORGES)