un precipicio contra el final de la calle principal;
verde, alto y arbolado, mirando oscuramente
hacia el campanario en la curva de la carretera.
Durante doscientos años se oyeron rumores
sobre lo que sucedió en esa ladera rechazada por el hombre:
historias de un ciervo o un pájaro, extrañamente mutilado,
de niños perdidos cuyos familiares ya no esperaban encontrar.
Un día, el cartero no encontró ningún pueblo allí,
no se volvió a ver a su gente, ni a sus casas;
desde Aylesbury llegaron curiosos para mirar;
sin embargo, todos acusaron al cartero de loco
por decir que había visto los ojos voraces de la gran colina
y que sus fauces estaban abiertas.
3 comentarios:
La colina que nos devorará somos nosotros mismos. Un sucio acúmulo de plásticos, petróleo quemado y humo negro. También de armas y de muros fronterizos. He ahí la gran montaña que nos devorará.
Si la colina crecía es señal que hablamos de un vertedero , como el vertedero de Euskadi que sepultó dos trabajadores y envenenó a miles de personas .
M.H
Saludos a todos y un abrazo a Sandra, hacia años que no venía por aquí, pero me ha encantado volver y ver que seguís al pie del cañón
Pero desde el minuto exacto,
yo creí que eras el portazo.
Ese portazo, que dan los enojados,
los sumisos encrespados.
Pero ese portazo, el tuyo, es el del cambio.
Camino eterno, bordado, plateado, brilloso, tormentoso.
Desde el minuto exacto.
(SHARON VIDAL)
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