y desde el comedor llegan las voces.
Suben por la escalera
y la casa respira.
Respira la madera de sus pisos,
las baldosas, el vidrio en las ventanas.
Y como por descuido se abren otras puertas
como a golpes de viento
y nada impide entonces que se escuchen las voces
desde todos los cuartos.
No importa lo que dicen.
Conversan: se oye una,
después se oye otra.
Son voces juveniles,
claras.
Suben
peldaños de madera
y mientras ellas suenan
—mientras suenen—
sigue viva la casa.
2 comentarios:
Por las escaleras del metro
entre aglomeraciones
en el bullicio de la barra del bar
con la tele encendida
oigo a veces
tu voz.
(SAIZ DE MARCO)
No, ese perro que ladra al sol caído, no ladra en el Monturrio de Moguer, ni cerca de Carmona de Sevilla, ni en la calle Torrijos de Madrid; ladra en Miami, Coral Gables, La Florida, y yo lo estoy oyendo allí, allí, no aquí, no aquí, allí, allí. ¡Qué vivo ladra siempre el perro al sol que huye!
(JRJ)
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