Me asomo a mi agujero pequeñito.
Fuera suena el mundo, sus números, su prisa,
sus furias que dan a una su zumba y su lamento.
Y escucho. No lo entiendo.
Los hombres amarillos, los negros o los blancos,
la Bolsa, las escuadras, los partidos, la guerra:
largas filas de hombres cayendo de uno en uno.
Los cuento. No lo entiendo.
Levantan sus banderas, sus sonrisas, sus dientes,
sus tanques, su avaricia, sus cálculos, sus vientres
Lo veo. No lo creo.
Yo tengo mi agujero oscuro y calentito.
Si miro hacia lo alto, veo un poco de cielo.
Puedo dormir, comer, soñar con Dios, rascarme.
El resto no lo entiendo.
4 comentarios:
El mundo es un lugar incomprensible.
Una comunidad sin un exterior que la reconozca o la invista no tendría lugar de ser, como una nación que estuviera sola en el mundo vería desaparecer su himno nacional, su equipo de fútbol o de criquet... De lo que se deduce que la «comunidad internacional» no es tal comunidad... Otra cosa será el día que un hombrecillo verde con mil patas y una larga trompa aterrice en los grandes almacenes de Ginza o en la plaza de la Concordia. Ante el alien venido de otra galaxia, la impersonalidad moral que es la Humanidad con H mayúscula podrá entonces entusiasmarse, porque tomará forma y cuerpo, por contraste con un fondo. Cuando el mamífero humano vea con sus propios ojos la extrañeza venida de otro lugar será cuando sepa a qué resistirse, hombro a hombro todos sus congéneres sin excepción, para salvaguardar su existencia.
(DÉBRAY)
Una rama fuerte y alta,
una cuerda y una tabla,
los columpios son mejores
si en la rama hay muchas flores.
Y más a gusto se mece
si abajo la hierba crece
mece y mece yo me voy
el cabello al viento en flor.
Mece el viento
mece y mece,
sombra y luz sobre la frente.
Meciéndome estoy sentado,
cielo arriba, cielo abajo.
Con las piernas encogidas,
cielo abajo cielo arriba
con las piernas estiradas
llevo toda la mañana.
Cielo arriba verde abajo
mis zapatos van colgando
meciendo me estoy meciendo
y la rama floreciendo.
Soñando que estoy soñando
y la rama verdeando
cielo arriba, verde abajo
y mil flores por todo el campo.
Ha pasado la guerra y la gente ha visto derrumbarse muchas casas, y si una vez se sentía tranquila y segura, ahora ya no siente esa seguridad en su casa. Hay algo de lo que no nos curamos, y pasarán los años y no nos curaremos nunca. Quizá tengamos de nuevo una lámpara sobre la mesa y un jarrón con flores y los retratos de las personas queridas, pero ya no creemos en ninguna de estas cosas, pues una vez tuvimos que abandonarlas de improviso o las buscamos inútilmente entre los escombros.
(GINZBURG)
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