se inmovilizaban los años para escuchar el grave sonido
se ordenaban en círculo los animales de piedra
las puertas se abrían con lentitud crepuscular
yo avanzaba guiado por el centro de mí mismo
por el extraño peso de mi alma
se apagaban mis pasos como tragados por las aguas
mi aliento se disolvía velozmente
mis ojos palpaban como manos
mis oídos rechazaban lo exterior
nada me era más ajeno que mis pies
nada me era más distante que mis brazos
resonaban solos los espacios comprendidos
a sí mismos se escuchaban los largos aposentos
los dispuestos utensilios ocupaban otro orden
las aves emblemáticas habían adquirido otro poder
vivían las cosas un interior de frutas solas
3 comentarios:
Nada me era más ajeno que yo mism@
Como un boxeador grogy que evita el conteo del KAO salvado por la campana
El centro del mundo se encuentra allí donde vives. Allí el aire es respirable. Sabes el modo en que se hacen las cosas, cómo se hacen bien, según se debe.
Un niño que no sabe dónde se encuentra el centro- dónde está el hogar, qué es el hogar- lo pasa muy mal.
El hogar no es mamá y papá y una hermana y un perro. El hogar no es un sitio al que te tienen que dejar entrar. No es ningún sitio. Es imaginario.
El hogar, al imaginarse, empieza a ser. Es real, más real que cualquier otro sitio, pero no se puede llegar allí si no te enseñan a imaginarlo los tuyos.
(ÚRSULA K. LE GUIN)
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