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viernes, 11 de junio de 2010

Rugientes monstruos finales (por Lawrence Ferlinghetti)

En las grandes escenas de Goya nos parece que vemos
los pueblos del mundo
exactamente en el momento en que
por primera vez alcanzaron el título de humanidad sufriente
Se retuercen en la página
con una verdadera furia de adversidad
amontonados
gimiendo con bebés y bayonetas
bajo cielos de cemento
en un paisaje abstracto de palos secos
estatuas dobladas alas de murciélagos y picos
horcas resbaladizas
cadáveres y gallos carnívoros
y todos los rugientes monstruos finales de la
imaginación del desastre
son tan sangrientamente reales
es como si todavía existieran realmente

y existen

sólo el paisaje ha cambiado

todavía están alineados en las carreteras
plagadas de legionarios
falsos molinos de viento y gallos dementes
son la misma gente
sólo que más lejos del hogar
en autopistas de cincuenta carriles
en un continente concreto
intercalado de blandos anuncios
representando imbéciles ilusiones de felicidad

la escena tiene menos piezas de cañón
pero más ciudadanos inválidos
en automóviles pintados
y llevan placas extrañas
y motores
que devoran Norteamérica

6 comentarios:

ORáKULO dijo...

Decir Planeta Tierra es una doble mentira. Porque no es plano sino esférico; y porque la parte de tierra es ínfima en comparación con los océanos. Más correcto sería llamarlo Esfereta Agua.

LA PHRASE LAPIDARIA dijo...

El mejor presente es la presencia.

Aldonza Lorenzo dijo...


Amor de lejos, amor de pendejos.

hAiKu dijo...


Dueña y señora,
imperará de nuevo
la reina Nada.

(RAFAEL BALDAYA)

Lloviendo amares dijo...



GUERRA

El dedo tembloroso de una mujer

recorre la lista de los caídos

la noche de la primera nieve.


La casa está helada y la lista es larga.


Todos nuestros nombres están incluidos.


(CHARLES SIMIC)

todo está en BORGES dijo...

En un diálogo de Oscar Wilde se lee que la música nos revela un pasado personal que hasta ese momento ignorábamos y nos mueve a lamentar desventuras que nos ocurrieron y culpas que no cometimos. De mí confesaré que no suelo oír El Marne o Don Juan sin recordar con precisión un pasado apócrifo, a la vez estoico y orgiástico, en el que he desafiado y peleado para caer al fin, silencioso, en un oscuro duelo a cuchillo. Tal vez la misión del tango sea ésa: dar a los argentinos la certidumbre de haber sido valientes, de haber cumplido ya con las exigencias del valor y el honor.

(BORGES)