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lunes, 28 de marzo de 2011

Globos (por Saiz de Marco)

Por la Calle Tristeza y aledaños cruza a veces
el hombre de los globos.
Y basta ver su manojo de globos para que
las calles muden de nombre:
a Calle del Sosiego
o de la Risa.

De vez en cuando el hombre de los globos
regala a quienes pasan
globos verdes
o naranjas
o rojos
o violetas...

Y de pronto sus caras se encienden
como la de un niño cuando va a la feria
(como ese niño grandullón que somos).

Con un nudo se los atan al brazo
y olvidan
(mientras tienen gas los globos)
el primitivo nombre de la calle.

(Oiga, señor, déme ese globo azul.
Sí, por favor: ¡ lo necesito tanto !)

Ojalá que al doblar aquella esquina
veamos venir al
hombre de los globos.

9 comentarios:

amenophis dijo...

Yo también quiero topármelo y comprarle tres o cuatro de esos globitos.Ah y lo de la calle Tristeza me recuerda un poco la calle Melancolía de Sabina (...pero siempre que lo intento ha salido ya el travnvía...).

Emilia Alarcón dijo...

Es que Sabina, el Conde Crápula, es también un gran poeta. Más en la letra de algunas de sus canciones que en sus versos propiamente dichos (tiene algún libro de poesía publicado, y la verdad, decepcionante). Es curioso que sus versos son un tanto ripiosos, pero en cambio sus canciones están, a veces, recorridas por buena poesía.

costa sin mar dijo...

au!!!!!!!!!!!!!!!!!

palabra de verificación: resorts

Cide Hamete Benengeli dijo...

Veinticuatro horas del día,
veinticuatro horas que tiene.
Tres horas más te querría
si tuviera veintisiete.

tERESA pANZA dijo...

Todo cabe en un costal si se sabe acomodar.

Aldonza Lorenzo dijo...


Agua estancada, agua envenenada.

cajón desastre dijo...


La justicia militar es a la justicia lo que la música militar es a la música.

(CLEMENCEAU)

Ignatius Reilly dijo...


Solo podemos entrar en los demás a través de sus heridas.

(JOSÉ MATEOS)

cajón desastre dijo...

c a m p o


El paisaje salía de tu voz
y las nubes dormían en la yema de tus dedos
De tus ojos cintas de alegría colgaron
la mañana
Tus vestidos
encendieron las hojas de los árboles

En el tren lejano iba sentada
la nostalgia
Y en el campo volteaba la cara a la ciudad.

(CARLOS OQUENDO DE AMAT)