lunes, 7 de marzo de 2011
Mensaje de amor de Valdemar Gris (por Miguel Labordeta)
De mi propia tristeza de ser hombre
arrancado en pedazos de sangre amarga,
con juventud inútil
y amasado por la ausente sed
de desorbitadas muchedumbres
que en vano buscan la razón
de los búfalos agonizando
bajo los crepúsculos de uranio
de las grandes avenidas.
Yo,
Valdemar Gris,
habitante de este mundo,
niño antiguo de veinticinco ríos secos de edad,
os traigo mi humilde mensaje de primavera
y os digo con alegría de estrellas en mis ojos:
Todos los jóvenes del mundo somos hermanos.
Somos todos hijos del sol y del misterio.
Una misma mujer humana
cantó sus dulces canciones nocturnas
creyendo ver al borde de nuestros tiernos vientres
un signo, por encima de alfabetos y razas,
que inundaría las tierras
de aquella claridad presentida
por poderosos genios conmovidos
y que aspira ser realizada
por encima de todo tumulto.
Porque yo os lo digo
de hombre a hombre,
casi sollozando,
con angustia mágica de inalámbrico:
Es ya hora,
hermanos míos en la vida y en la muerte;
es ya hora, os digo,
que sobre las estériles disputas
triviales de los ancianos
se alce el martirio puro
de los costados desnudos
de los jóvenes soñadores del mundo.
Yo os digo
que estéis despiertos, amigos míos,
mis hermanos juveniles de destino,
soñando, sí, pero despiertos,
pues podemos ver caer
la ceniza de corazones podridos
lloviendo sobre las grandes ciudades
destruidas, huérfanas de un entero designio.
Hemos de estar alerta,
pues en un descuido
las ballenas crecerán sobre las torres derruidas
y el hombre, devorándose
en sus clanes miserables,
terminará comiéndose
las patas como un lobo suicida.
Olvidemos, pues, amigos míos,
hermanos míos del mundo; olvidemos
las vanas disputas de los viejos.
¡Que se llenen los libros con razones inútiles de muertos,
que nosotros sólo queremos ver triunfar
la gloria y la nada de la vida
por todos los puntos del viento planetario!
Queremos que nuestro destino de hombres
tenga un camino con soles y riberas,
y maravillosas ciudades de cristal,
y muchachas morenas
cantando por las playas,
y desesperados pensadores
intentando enhebrar raíces con estrellas,
e ingenieros poetas que canten
las melancolías atroces del cemento
que devora el corazón de las rosas,
y serenos atletas
con armonías de agua,
y ardientes corazones de santos
descubriendo senderos
en su pasión total.
Pero hemos de estar unidos,
amigos míos, hermanos míos del mundo,
y ha de ser nuestro lazo abrasado
un humano destino secreto
de consciencia amorosa de la Tierra.
Sí,
tan sólo con amor varonil
puro en sí mismo,
tan sólo con amor,
sin objeto,
enamorados del amor,
amantes del vasto mundo
sin presencia en su misterio
que nos reclama inexorable, palpitante,
en cada pulso de todo joven soñador.
Y hemos de estar allí
todos,
hemos de estar allí
reclamando cada uno y para todos
una activa participación
en la heterogénea sinfonía de este mundo nuestro tan hermoso.
Os lo digo yo,
Valdemar Gris,
sediento caminante de luz,
exhausto de túneles adolescentes
por donde las espigas estrangulan su raíz hacia arriba:
Todos los jóvenes del mundo
somos hermanos de destino,
y os lo digo
con voz quebrada
de antiguos llantos sin consuelo,
con alegría renovada
de futuras estrellas en mis ojos.
arrancado en pedazos de sangre amarga,
con juventud inútil
y amasado por la ausente sed
de desorbitadas muchedumbres
que en vano buscan la razón
de los búfalos agonizando
bajo los crepúsculos de uranio
de las grandes avenidas.
Yo,
Valdemar Gris,
habitante de este mundo,
niño antiguo de veinticinco ríos secos de edad,
os traigo mi humilde mensaje de primavera
y os digo con alegría de estrellas en mis ojos:
Todos los jóvenes del mundo somos hermanos.
Somos todos hijos del sol y del misterio.
Una misma mujer humana
cantó sus dulces canciones nocturnas
creyendo ver al borde de nuestros tiernos vientres
un signo, por encima de alfabetos y razas,
que inundaría las tierras
de aquella claridad presentida
por poderosos genios conmovidos
y que aspira ser realizada
por encima de todo tumulto.
Porque yo os lo digo
de hombre a hombre,
casi sollozando,
con angustia mágica de inalámbrico:
Es ya hora,
hermanos míos en la vida y en la muerte;
es ya hora, os digo,
que sobre las estériles disputas
triviales de los ancianos
se alce el martirio puro
de los costados desnudos
de los jóvenes soñadores del mundo.
Yo os digo
que estéis despiertos, amigos míos,
mis hermanos juveniles de destino,
soñando, sí, pero despiertos,
pues podemos ver caer
la ceniza de corazones podridos
lloviendo sobre las grandes ciudades
destruidas, huérfanas de un entero designio.
Hemos de estar alerta,
pues en un descuido
las ballenas crecerán sobre las torres derruidas
y el hombre, devorándose
en sus clanes miserables,
terminará comiéndose
las patas como un lobo suicida.
Olvidemos, pues, amigos míos,
hermanos míos del mundo; olvidemos
las vanas disputas de los viejos.
¡Que se llenen los libros con razones inútiles de muertos,
que nosotros sólo queremos ver triunfar
la gloria y la nada de la vida
por todos los puntos del viento planetario!
Queremos que nuestro destino de hombres
tenga un camino con soles y riberas,
y maravillosas ciudades de cristal,
y muchachas morenas
cantando por las playas,
y desesperados pensadores
intentando enhebrar raíces con estrellas,
e ingenieros poetas que canten
las melancolías atroces del cemento
que devora el corazón de las rosas,
y serenos atletas
con armonías de agua,
y ardientes corazones de santos
descubriendo senderos
en su pasión total.
Pero hemos de estar unidos,
amigos míos, hermanos míos del mundo,
y ha de ser nuestro lazo abrasado
un humano destino secreto
de consciencia amorosa de la Tierra.
Sí,
tan sólo con amor varonil
puro en sí mismo,
tan sólo con amor,
sin objeto,
enamorados del amor,
amantes del vasto mundo
sin presencia en su misterio
que nos reclama inexorable, palpitante,
en cada pulso de todo joven soñador.
Y hemos de estar allí
todos,
hemos de estar allí
reclamando cada uno y para todos
una activa participación
en la heterogénea sinfonía de este mundo nuestro tan hermoso.
Os lo digo yo,
Valdemar Gris,
sediento caminante de luz,
exhausto de túneles adolescentes
por donde las espigas estrangulan su raíz hacia arriba:
Todos los jóvenes del mundo
somos hermanos de destino,
y os lo digo
con voz quebrada
de antiguos llantos sin consuelo,
con alegría renovada
de futuras estrellas en mis ojos.
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3 comentarios:
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Llevadme donde la luz.
Llevadme, quiero cantar:
Tiene el corazón razones
que nadie puede explicar.
Coño, Papislot, no ensucies esto.
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