Mi hermana no escribe poemas,
y probablemente ya nunca se pondrá a escribir poemas.
Lo heredó de nuestra madre, que no escribía poemas,
y de nuestro padre, que tampoco escribía poemas.
Bajo el techo de mi hermana me siento segura:
el marido de mi hermana por nada del mundo escribiría poemas.
Y, aunque mis palabras suenen a texto de Adam Macedónski,
en mi familia nadie escribe poemas.
Los cajones de mi hermana no guardan viejos poemas,
en su bolso no hay poemas recién escritos.
Y cuando mi hermana me invita a comer,
sé que no lo hace con intención de leerme poemas.
Mis sopas son deliciosas y carecen de ocultos significados
y el café no se derrama sobre los manuscritos.
En muchas familias nadie escribe poemas
pero si uno de sus miembros empieza, suele sembrar el contagio.
A veces la poesía cae en cascada sobre las generaciones
y origina remolinos capaces de engullir sentimientos familiares.
Mi hermana practica una prosa oral muy aceptable
y su obra literaria se reduce a las postales turísticas
con un texto que cada año repite la misma promesa:
Cuando vuelva
contaré
todo
todito.
5 comentarios:
Ya vuelto a casa, en ocasiones Robinson echa de menos su isla.
No se completa,
no culmina la vida.
Se acaba y punto.
(RAFAEL BALDAYA)
Nunca supe lo mucho
que te quería
hasta llegar la hora
de tu partida.
Y es que se ignora
el valor de los bienes
mientras se goza.
¿De qué le sirve a tu madre
echar la llave al corral,
si has de venirte conmigo
por la puerta principal?
Felicidad es aceptación, satisfacción y conformidad con la propia vida. Pero el problema es que ha de ser una conformidad real, sincera y sentida (una conformidad aparente o impostada no sería felicidad, sino intento frustrado de autoengaño).
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