martes, 26 de mayo de 2015
Porque ha sido dañado (por Juan López)
cuido mi corazón
de ataques repentinos por un lado
y de adormecimiento
por otro
cuido mi corazón cuando veo todo claro
y cuando la noche me atormenta
y me arrincona contra mi propia estupidez
cuido mi corazón porque ha sido dañado
por el descuido y la lluvia
y porque más de una vez lo he dejado solo
y he viajado lejos sin su consentimiento
cuido mi corazón porque la sangre y el oxígeno
no deben separarse
y porque todo regresa de otra forma
cuido mi corazón
que un día
en mi pecho o en otro
no tendrá más remedio
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En los espejos
todo sucede en sólo
dos dimensiones.
(CUQUI COVALEDA)
Aunque pienses como un sabio, debes expresarte como la gente común.
(ARITÓTELES)
ARISTÓTELES
Contando su pasión descansa el corazón.
Ninguna avispa
desobedece el Código
del Avispero.
(CUQUI COVALEDA)
El hombre está siempre a un paso de la monstruosidad. Y casi nadie deja de dar ese paso.
(JUARROZ)
Válgame Dios, qué sereno
es usted para bailar.
Si para todo es así,
¡vaya una serenidad!
...
Nada es tan bajo y vil como el ser altivo con el humilde.
(SÉNECA)
Recuerdo aquella frase tan hermosa de Robert Louis Stevenson, que dijo: «Sí, el arte es un juego, pero hay que jugar con la seriedad de un niño que juega».
Es decir, el niño juega gravemente, el niño no se ríe de su juego; y está bien eso, ¿no?
Sí, es un juego serio; ahí están unidas las dos ideas: la idea del juego, de homo ludens, y al mismo tiempo la idea de que todo juego exige ciertas reglas para existir.
Y la literatura tiene también sus leyes; aunque a diferencia del juego de ajedrez, por ejemplo, sus leyes no están del todo definidas.
En literatura todo es tan misterioso, es como una especie de magia. Uno está jugando con palabras, y esas palabras son dos cosas, ante todo, o varias cosas: cada palabra es lo que significa, luego, lo que sugiere, y luego, el sonido. Y ahí ya tenemos esos tres elementos que hacen que cada palabra sea muy compleja.
Y luego, como el arte, como la literatura consiste en combinar esas palabras, tiene que haber una suerte de equilibrio entre esos tres elementos: el sentido, la sugestión, la cadencia. Ésos son tres elementos esenciales, y sin duda podremos encontrar otros, ya que la literatura es tan secreta; evidentemente la retórica no la agota.
(BORGES)
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