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martes, 10 de mayo de 2016

Mientras la nieve caía (por Anne Sexton)


Yo estaba envuelta en piel

negra y blanca y

tú me deshiciste y entonces

me colocaste en luz dorada

y entonces me coronaste,

mientras la nieve caía

tras la puerta como dardos diagonales.

Mientras una nieve de diez pulgadas

caía como estrellas

en pequeños fragmentos de calcio,

estábamos en nuestros propios cuerpos

(ese cuarto que nos enterrará)

y tú estabas en mi cuerpo

(ese cuarto que nos sobrevivirá)

y al principio te froté

los pies secándolos con una toalla

porque yo era tu esclava

y entonces me llamaste princesa.

¡Princesa!



Oh entonces

me puse de pie en mi piel dorada

y me deshice de los Salmos

y me deshice de la ropa

y tú desataste la brida

y tú desataste las riendas

y yo desabroché los botones,

y deshice los huesos, los equívocos,

las postales de Nueva Inglaterra,

las noches de enero pasadas las diez

y nos erguimos como trigo,

hectárea tras hectárea de oro,

y cosechamos,

cosechamos.

4 comentarios:

ORáKULO dijo...

El error es a la obstinación lo que la enfermedad es a la muerte.

Cide Hamete Benengeli dijo...

De cuando estuve loco yo aún conservo
un par de gramos de locura en polvo
por si atacaran con su razón los cuerdos.

hAiKu dijo...

Huesos de Lorca,
tal vez bajo columpios
y toboganes.

(CUQUI COVALEDA)

Dimes Y Diretes dijo...



La muerte, para los jóvenes, es naufragio; y para los viejos, llegar a puerto.

(GRACIÁN)